lunes, 14 de febrero de 2011

El poeta José Federico Delos falleció a los 90 en Argentina

José Federico Delos, insigne poeta boliviano, ha fallecido el pasado domingo 30 de enero en Buenos Aires, Argentina. Su prolongada ausencia del país no amenguó la importancia de su poemática perdurable que mantiene la vigencia de sus expresivos sones, cargados de ternurosa sentimentalidad o de intrépida intensidad comunicativa.

Perteneciente a la segunda generación de Gesta Bárbara, fue animador espiritual sobresaliente del selecto grupo de intelectuales, cuya tarea de circunstancia se ha enraizado en el fecundo tronco de la literatura del país.

Su libro Cantos del Alma, guiado por el misterioso impulso de la música, como auxilio inductor de su estro, combina la sugestión del poder temático con el esplendor de una poesía que fluye melodiosa, revelando el encanto de sus significaciones sugerentes.

Su faceta musical

José Federico, filarmónico desvelado, penetra en la fibra entrañable de la música, arrebatándole sus insondables secretos, con la fuerza interpretativa de su inspiración escrutadora y despierta.

Con el acento interior del “largo” y el “andante” trueca sus sensaciones audibles en sentimentales y graves cantos expresivos, sugeridos de la interioridad de su alma, plasmando una poesía honda y sensitiva.

Las obras más notables de la música se transforman en prodigiosas ánforas de resonancia, propicias a la captación y traducción poética de un espíritu sensible e ilustrado.

El sueño de amor de Liszt le inspira un prolongado canto que invade las borrosas fantasías oníricas, mezcladas con la tibieza de un sentimiento delicado o el fuego inquietante de la dilección alerta. Sus primeras estrofas, animadas por el ritmo del endecasílabo de una serie de cuartetos, nos dice: “Era una noche clara y profunda, / Una noche de luz, una de aquellas / En que hacen a la luna enamorada / una aureola de lampos las estrellas”.

Algunas de sus obras

En el Ave María de Schubert forja con la sonoridad cadenciosa de versos de 16 sílabas, una plegaria sentida, elevada a la Virgen con suplicante acento conmovedor, invocando el retorno de la amada. Y así, en la eufonía de su verso elocuente, pasan por el filtro de su inspiración predispuesta, 13 composiciones notables de los maestros de la música, aprehendidas y transformadas, fervorosamente, por singular entonación creadora.

Su libro De Pie contiene su impetuosa poesía de censura a una oprobiosa circunstancia histórica ensangrentada por una autocracia militar (1946).

La vigorosa invectiva, que surge contra el ominoso episodio, satura estéticamente la eficacia reprobatoria, con una poesía de vibrante y conmovedora tensión expresiva.

La fuerza intelectual de sus estrofas no abandona el genuino acento poético de esta producción de intencionalidad reivindicativa de una sociedad avasallada por la violencia insensata y cruel.

Una terrible pérdida

Pasados los años, lo que pudo parecer sólo un osado y valiente gesto juvenil, se muestra cual sazonada poesía madura de imperecedero valor literario como expresa su poema Sarjam de siete cuartetos endecasílabos que hoy trascribimos.

La muestra de sus propios versos está expresando la grandeza de una poemática lacerante, mezcla de denuncia y anatema, que trasciende con su intemporal dignidad y excelencia.

Ahora con una infinita tristeza, estas remembranzas empapadas de entrañable congoja, nos traen el recuerdo de los líricos latidos inmarcesibles de ese poeta de sensitivas y vibrantes voces inolvidables.

Su grata imagen enriquecida por su talento y noble espíritu permanecerá por siempre.

Sarjam

José Federico Delos

Qué quereis en la cumbre. Las eternas

nieves ciegan aquí a las alimañas;

los lobos deben ir a las cavernas

solo el águila habita en las montañas.



Sarjam ¡Marchaos! la mirada gualda

del Inti os marca de fulgor sangriento

y hasta la puna azota vuestra espalda

con el terrible látigo del viento.



Yo he visto al Illimani la alta frente

bajar avergonzado al contemplaros

y luego levantarla y derrepente

los Andes sacudir para acusaros.



Yo he visto al Titicaca en rudo embate

revolverse furioso entre la roca

y lanzar un aullido de combate

como un clarín entre su inmensa boca.



Yo he sentido en mi sangre el alarido

de una lengua de fuego que levanta

el rugido del pueblo, ese rugido

de su monstruosa, secular garganta.



Sarjam ¡no os queremos aquí! la ira

canta en las venas su canción de fuego

y el trono que os alzara la mentira

ha de tumbarse bajo el polvo luego.



Id pues a hundiros en el cero mismo

de la nada ¡Abajo, más abajo!

¡al silencio! ¡a las sombras! ¡al abismo!

no os queremos aquí ¡Sarjam carajo!

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