Sobrevivir con una pequeña editorial no es fácil en un mundo tan competitivo como el actual y la solución está en unirse y en "dar la paliza, como hace la gente del cine", para conseguir que el libro se considere un bien cultural y se tenga en cuenta a los editores independientes.
La necesidad de unirse y de buscar "un modelo para fortalecer el tejido" de este tipo de empresas la planteó hoy con claridad Chusé Raúl Usón, responsable de Xórdica Editorial, en la segunda jornada del Encuentro de librerías y editoriales independientes iberoamericanas que se celebra en Zaragoza, en el nordeste español, y en el que participan 120 representantes.
"Ya va siendo hora de que los editores empecemos a reclamar lo que es el libro como bien cultural, como industria, y nos hagamos valer porque a nadie se le escapa que lo que hacemos merece muchísimo la pena", dijo Usón, instantes después de haberse quejado de "la gran cantidad de pasta que se está metiendo en el cine", aunque a veces se hagan "películas impresentables".
Xórdica tiene su sede en Zaragoza y lleva ya 17 años publicando libros en castellano y "algunos en aragonés". Su dueño creía ingenuamente que su profesión consistía en "editar los mejores libros" que pudiera, pero se ve obligado a "hacer de todo".
"No hacemos más que dilapidar dinero, esfuerzos y tiempo. Hace falta una reformulación del sector del libro, porque está claro que las reglas del juego, tal y como funcionan ahora, no nos satisfacen", aseguró Usón.
El editor de Xórdica intervino en una sesión dedicada a los proyectos de "jóvenes y veteranas editoriales independientes".
También intervino Valeria Bergalli, de Editorial Minúscula, que planteó la necesidad de "reformular" ciertas cuestiones y mostró su preocupación por las incógnitas que encierra "el futuro a medio plazo" para empresas como la suya y librerías independientes, entre otros motivos por la llegada del libro digital.
Sin embargo, "a largo plazo" Bergalli es "optimista" porque cree que va a haber "un ámbito para la calidad" y que el libro tradicional, el de papel, "va a tener protagonismo".
Si Usón hacía ver "lo difícil" que es para una pequeña editorial de Zaragoza tener visibilidad en el resto de España, Vicente Ferrer, de Media Vaca, especializada en libros ilustrados para niños, se quejaba del trabajo en la Comunidad Valenciana, donde "la mafia se ha apoderado del sistema, hay una censura atroz y una impunidad excepcional".
Los problemas de los distribuidores también salieron a relucir en estas jornadas organizadas por la librería Cálamo de Zaragoza, y fue Luis Izquierdo, de Tarahumara Libros, el que llamó "a la lucha por la libertad de circulación del libro" en el mercado de habla hispana".
"Hay poco intercambio entre unos países y otros. Hay actores interesados en la parcelación del mercado y eso va en contra de los intereses generales", afirmó Izquierdo.
Francisco Goyanes, propietario de Cálamo, dijo algo parecido desde su experiencia de librero: "no hay estructura empresarial que distribuya el libro latinoamericano en España".
"Es increíble que un librero español se vuelva loco si quiere vender libros de autores hispanoamericanos. Llegan antes los de la India", aseguró Goyanes.
En otra sesión, Jaume Vallcorba, director de Acantilado, hizo una encendida defensa de la labor del editor y de su contribución "determinante" a la evolución cultural, y se mostró en desacuerdo con esos nuevos libros en formato electrónico que, además del texto, ofrecen imágenes, música y conexiones con diferentes páginas web.
"Lo que se consigue con estos artilugios es anular el poder evocativo de la palabra, sustituido por una burda (incluso si es buena) ilustración plana. La imaginación y todos sus derivados quedarán para siempre aplastados". "La palabra es lo que nos hace verdaderamente humanos", aseguró Vallcorba.
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