lunes, 5 de junio de 2017

Lea la crónica ganadora del premio Pedro Rivero Mercado


*'Mamita Adela, veneración al sufrimiento'
(Cleidy Torres Durán)

Decenas de mujeres y hombres rezan al pie de una capilla, en Tellería, un poblado del departamento de Chuquisaca, ubicado a 15 kilómetros al sur de la ciudad de Sucre. Escalones de cemento dirigen al altar, que se encuentra rodeado de rejas metálicas de color negro. Es una especie de mausoleo techado con calamina. En su interior se encuentra una apacheta (adoratorio creado en honor a personas que fallecieron justo en ese lugar) de casi un metro de altura, que está revestida con cerámica de color guinda; sobre la misma se encuentra la imagen de la Virgen de Guadalupe; a los lados hay fotografías de una mujer de pollera, morena, de mediana edad. En la parte superior de la puerta está escrito, en metal, “Adelita”. El rostro de los devotos refleja la esperanza de ser escuchados por el alma de Adelita, justamente en el lugar donde fue asesinada, quemada y mutilada.

Bolsas de nailon verde con coca amarradas en las rejas, latas de cerveza, platos de comida, botes de alcohol, colillas de cigarro, braseros que consumen el incienso desprendiendo su aroma al calor del fuego humeante, y cientos de flores, son parte de las ofrendas en su memoria. Placas de metal con mensajes de agradecimiento adornan su altar póstumo.
Al lado izquierdo de la apacheta se encuentra un cuarto pequeño, pintado de color rosado y destinado exclusivamente a las ofrendas velatorias. Al interior se siente calor a causa de las decenas de velas que arden al son de las plegarias; las paredes se encuentran deterioradas y ennegrecidas por el hollín que desprende la cera al consumirse. Sentada, la mayoría de la gente observa y espera que terminen de arder las velas ofrecidas en nombre de Adelita; mientras tanto, la coca, hoja por hoja, ingresa en la boca de cada uno, y la cerveza o la chicha mojan el paladar.

“Adelita, gracias por hacer entrar a mi hermano a la Policía, por favor que pase desde el primero hasta el último curso sin problema, y que toda mi familia esté bien y sana”.
“Adelita, ayuda a que mi papá salga de terapia intensiva”.
“Adelita, ayúdame a que mi marido ya no ande mal y no tome”.
“Adelita, haz que apruebe mi examen a la universidad”.
Estas son algunas de las plegarias pintadas en las paredes del velatorio.
Alrededor, se enfilan varias casetas, donde los rosarios, velas, flores, retratos, escapularios con la foto de Adelita, cerveza, chicha, alcohol, coca, cigarro y otros insumos utilizados para su veneración, son las principales ofertas.
Entre las decenas de personas se desprende el aroma de un cóctel de tumbo que distribuye una señora de mediana edad. El aroma es cada vez más fuerte cuando ella se acerca y estira su mano con un vaso. Lo tomo y escucho la voz de la creyente.
- Yo soy creyente de Adelita porque es bien milagrosa, vengo desde hace tres años y siempre que le he pedido algo, me ha ayudado. Hay que venir con fe para que te cumpla.
- ¿Es una especie de promesa lo que usted cumple al invitar este licor?
- Sí, yo le he prometido a la Adelita invitar traguito cada lunes a la gente que viene, si me cumplía el deseo de ver a mi hija profesional. Y como el año pasado ha salido de medicina, en gratitud vengo.
Me acerco a un hombre con el pelo canoso y los ojos con cataratas típicos de la edad, y le pregunto:
- Buenas tardes, ¿es usted creyente de Adelita?
- Buenas tardes, soy creyente.
- ¿Por qué cree en ella? ¿Le ha concedido alguna petición?
- Sí, me ha cumplido. He pedido con fe que me cure de la diabetes, yo tenía diabetes, presión alta, me sentía mal. Ahora estoy bien de salud, no me molesta nada, ya ni voy al médico.
- ¿Cómo se enteró de la historia de Adela?
- Un amigo que es de Yotala hace un año me la recomendó porque era milagrosa, desde eso siempre vengo todos los lunes.
Los lunes son los días cuando más personas asisten al lugar. Según la creencia popular, son días dedicados a las almas, por tanto, los mejores para ser escuchados.
Las hermanas Cárdenas Vásquez y los afiliados a los sindicatos 1ro. de Mayo y Trans Oropeza (que realizan servicio de transporte en la ruta Sucre-Yotala) y varios pobladores de Yotala aportaron para la construcción del mausoleo y velatorio, y para la compra de asientos y otros, todo esto en retribución a los milagros concedidos por el alma de Adelita.
Pero ¿por qué doña Adela Cárdenas, una mujer con una vida ordinaria, hoy es objeto de veneración? ¿Cuál es la razón de que, en el imaginario social, ella esté ligada a la divinidad, religiosidad y fe?
La antropóloga María Julia Carozzi señala que, desde la perspectiva del catolicismo, los santos populares surgen a partir de personas que, por haber sufrido una muerte violenta o accidental, acceden al carácter milagroso: el intenso sufrimiento ligado a sus muertes purifica sus almas y los vuelve intercesores ante Dios.

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Muros altos de color plomo que todavía tienen el olor fresco de la pintura, una puerta de metal con barrotes pintados de color negro, un cerrojo, un candado de acero de alta seguridad y un uniformado policial custodian a Vidal Cruz, un hombre de 58 años que lleva atada la condena de treinta años, sin derecho a indulto, en el penal de San Roque de la ciudad de Sucre, por el asesinato de su esposa Adela Cárdenas.
Para encontrarse con Vidal se debe transitar por un pequeño patio que sirve de antesala para la recepción de visitas y que tiene, a su alrededor, varios asientos improvisados de cemento, que son utilizados por los más de 400 internos del penal. A continuación hay un pasillo construido en forma de arco, a la entrada del cual se puede leer la inscripción “Bienvenidos a la Casa del Jabón”, que recuerda el carácter efímero de la libertad.
Un muchacho con una cicatriz que atraviesa su mejilla derecha, me pregunta:
- ¿A quién se lo llamo, doctorita?
- A Vidal Cruz, por favor.
- ¡A don Vidal! ¡Vayan a llamar a don Vidal! Ya lo llaman, tome asiento -señala una grada a la derecha- Ya viene
- Gracias.
A pocos minutos se acerca un hombre maduro, de estatura mediana, delgado y vestido con un pantalón plomo, una polera con cuello amarillo, chaleco café de lana, una gorra azul marino sobre la cabeza y chancletas de goma. Con expresión de extrañeza se acerca y dice:
- ¿Sí? ¿A mí me está buscando?
- Buenas tardes, don Vidal Cruz, soy periodista y estoy escribiendo sobre la historia de Adela Cárdenas. Quisiera saber si usted me podría ayudar contándome su versión de los hechos. ¿Será posible?
Escucha atento, frunciendo el ceño.
- Mmmmmm ¿para qué va a ser, pero?
- Para contarle su historia a la gente. Mucha gente sabe lo sucedido con Adela, pero no se ha dicho mucho de lo que usted siente, cree, sobre los hechos.
- ¡Ah!
Mira al piso, duda al responder
- Sí, me gustaría contar mi verdad, aquí nunca nadie ha venido a entrevistarme ni nada, a nadie le interesa conocer mi opinión.
Su rostro dibuja surcos profundos en las líneas de expresión. Tiene el cabello corto, ya matizado por las canas típicas de la edad. Ha vivido en el encierro los últimos veinte de los treinta años que le dieron como sentencia. Tiene la mirada fija y paciente al paso del tiempo.
- Don Vidal, cuénteme cómo conoció a Adela Cárdenas.
- Ella trabajaba como empleada doméstica en la calle Argentina, a media cuadra de la Plaza 25 de Mayo, y como yo en ese entonces era repartidor de periódicos, dejaba el diario todos los días en la casa donde ella trabajaba. Empezamos a hablar y a hacernos amigos. Y así nomás luego nos casamos.
- ¿Cuándo se casaron?
- Nos casamos el año 1980, ella estaba embarazada y su familia nos ha exigido que nos casemos. Así que nos casamos nomás.
- ¿Cómo era Adela?
- Adela era mi mayor, era cholita, flaquita, me llevaba cinco años, era del poblado La Barranca, morena, era sana, no tenía problema de salud, era buena madre, cariñosa, todo, hasta que las amigas y la familia le metieron cosas en su cabeza en mi contra y ahí cambió totalmente.
A pocos meses de la boda nació la primera de sus ocho hijos, Mercedes. Luego nacieron María Isabel, Gonzalo, Juan Pablo, Roberto, Rubén, Germán y Verónica. Se trataba de una familia numerosa.
La familia Cruz Cárdenas era un matrimonio estable económicamente. En principio, compró un lote en inmediaciones del barrio Bajo Loyola y, con sacrificio, logró construir un cuarto donde vivía con ciertas incomodidades.
Adela Cárdenas se dedicaba a las labores casa y al cuidado de sus hijos, mientras Vidal Cruz trabajaba en la fábrica de sombreros Charcas Glorieta. Otorgaban préstamos de dinero; los intereses que estos generaban y el sueldo de Vidal les permitían sostener a su numerosa familia.
- ¿Cómo era su vida matrimonial?
- Vivíamos bien, hasta que ella me ha empezado a celar, me ha dicho que yo era infiel y me ha botado de la casa a las 5 de la mañana, me ha hecho pegar con sus hermanos. Yo me fui a vivir a la casa de mi mamá, que vivía al lado. A partir de ese momento han empezado las demandas, ella me ha denunciado por asistencia familiar, y me perseguía con mandamientos de apremio. Una vez me ha hecho traer a la cárcel y dos veces a la Policía hasta que me ponga al día con las pensiones.
Es que los rumores sobre una relación extramatrimonial de Vidal con una compañera de trabajo mucho más joven, se habían esparcido como pólvora. Adela se encargó de comprobarlos encarando a la señora Elena Limachi, amante de su esposo, a quien él se había presentado como soltero. Estos hechos desencadenaron una serie de discusiones y peleas que tornaron cada vez más difícil la vida en común de la pareja. La separación era inminente.
En 1992 Vidal abandonó el hogar familiar para irse a vivir a la casa de su madre, Adriana Cruz, lo que dio como resultado la cada vez menor convivencia con sus hijos. Mientras tanto, en el cuarto de Adela, vecino al de Adriana y Vidal Cruz, las necesidades de los ocho hijos crecían día a día, los ingresos habían disminuido y ya no se podía contar con el sueldo de Vidal porque este dejó de brindar el sustento económico a su familia.
A raíz de ello, Adela se vio obligada a acudir en repetidas ocasiones a la fábrica donde él trabajaba, para pedirle dinero. Los deudores de los préstamos que realizaban antes de su separación empezaron a retrasarse en el pago de los intereses, otros se negaron a pagar, algunos incluso se escaparon, por lo que los esposos Cruz Cárdenas no pudieron recuperar el dinero prestado ni las utilidades.
Adela trabajó lavando ropa, barriendo la acera de casas vecinas y pelando papas, pero no era suficiente: sus hijos crecían y, con ello, sus necesidades.
Así es que ella recurrió a la justicia para exigir el pago de asistencia familiar que, por derecho, les correspondía a sus hijos. Ante el incumplimiento de Vidal del pago de la suma mensual de 220 Bs. (equivalentes a 31 dólares americanos en la actualidad) que había fijado un juez de la materia, este emitió tres mandamientos de apremio. Vidal ingresó una vez a la cárcel y, en dos ocasiones, fue arrestado en la carceleta de la Policía por el incumplimiento de pago de asistencia familiar.
- ¿Qué pasó el 12 de noviembre de 1996, en Yotala?
Me mira con el ceño fruncido y me increpa.
- No quiero recordar, ¿por qué voy a recordar?
- ¿Le gustaría retroceder el tiempo para evitar el asesinato de su esposa?
Impávido, responde:
- Claro, me gustaría retroceder el tiempo, pero no solo retrocedería a ese día, sino más antes, antes de conocerla, al tiempo cuando era soltero, sin hijos y sin mujer.
- ¿Se arrepiente de lo que hizo?
Sin rasgo de remordimiento y con voz firme, responde:
- Sí.
- ¿Cómo es la relación con sus hijos, lo perdonaron?
- Ellos me quieren, siempre vienen a visitarme: los cinco que viven en Sucre, los dos que viven en Santa Cruz, y uno que vive en Chile. Los domingos siempre vienen a visitarme, con mis nietos más. Me llaman igual por teléfono.
- ¿Sabe usted que doña Adela es venerada? Se le ha construido una especie de capilla donde nunca le faltan flores y velas.
- Sí, los policías me cuentan, dicen que va harta gente. A mí me da rabia que hayan hecho negocio, dicen que venden sus fotos y gente extraña se está beneficiando. Esa plata debería ser para mis hijos.
- ¿Le gustaría ir algún día a visitar el santuario de Adelita?
- No, no creo, me traería malos recuerdos.
- ¿Nunca soñó con ella?
- ¡No!
Su respuesta es cortante.
Su celda se encuentra en el tercer patio. Es un cuarto de 2 por 2,50 metros aproximadamente; a la izquierda se encuentra su cama de plaza y media y dos pisos, una especie de litera en cuya parte superior coloca su ropa; de frente hay un estante con comestibles (soda, galletas, golosinas), entre otros enseres, que él comercializa al interior del penal; en la parte superior de esa misma pared está colgado un retrato de sus hijos Juan Pablo y María Isabel, en ocasión de su bachillerato; y, a la derecha, hay una alacena de madera clavada en la pared, donde se posan varios adornos, entre ellos, un sapo, de esos que dicen que dan suerte, además de cuadros y plaquetas de reconocimiento que le regalan los internos del penal por su labor como dirigente.
- ¿Qué hará cuando salga de la cárcel?
- Sinceramente no sé. Me da miedo salir. No sé qué podría pasar o qué podría hacer afuera. Uno ya no es igual cuando está en la cárcel, la cabeza ya no es igual. Mis compañeros que han salido, algunos se han vuelto alcohólicos, otros han empezado a robar y han vuelto rápido a la cárcel por cometer delitos más graves. Uno de mis amigos ha salido, ha matado a su esposa y ha vuelto. Además, aquí ya me he acostumbrado, aquí no se paga ni agua ni luz, nos dan pre-diarios (8 Bs. por día), afuera tendría que buscar trabajo. Aquí soy dirigente.
- ¡Horaa! - grita el cabo de llaves
- Ya es hora de la formación, ya tengo que ir a formar.

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El día miércoles 13 de noviembre, vecinas del barrio Bajo Loyola denuncian ante la División de Personas y Homicidios de la Policía Técnica Judicial (PTJ) la desaparición de una persona: Adela Cárdenas Vásquez, de 42 años de edad, quien fue vista por última vez el martes 12 de noviembre a las 9 de la mañana aproximadamente, cuando ha dicho que se dirigía hacia un encuentro con su exesposo Vidal Cruz en la plazuela Tarija. Desde esa ocasión no ha retornado a su domicilio, en el que la esperan sus ocho hijos.
El 14 de noviembre, efectivos policiales se hacen presentes en el domicilio de Vidal Cruz, ante el llamado de los vecinos del barrio Bajo Loyola, quienes lo apuntan como supuesto responsable de la desaparición de la señora Adela Cárdenas.
Los vecinos de la zona pretenden lincharlo, lo responsabilizan de saber del paradero de Adela o de haberle hecho algo. No pueden creer que una madre de una conducta intachable haya abandonado a sus hijos, por lo que sospechan que algo grave le ocurrió. También acusan de cómplice a Elena Limachi, supuesta amante del señor Cruz.
Después de varios esfuerzos, los efectivos policiales logran apaciguar los ánimos de la gente, que exige el esclarecimiento oportuno de la desaparición de Adela. Se procede entonces al traslado de Vidal Cruz a la Brigada de Protección a la Familia, para preservar su integridad física y donde permanece detenido con fines investigativos.
En un cuarto ófrico y con olor a humedad, un policía toma la declaración de Vidal Cruz.
- ¿Conoce a la señora Adela Cárdenas Vásquez? De ser así, ¿qué relación de amistad o parentesco mantiene con la misma? ¿Desde cuándo?
- Le conozco desde 1980, era mi señora, hemos vivido hasta 1992.
Se muestra sereno y seguro.
- ¿Durante el tiempo de separación con su exesposa tuvo algún altercado, discusión?
- Solamente hemos discutido por la asistencia familiar. Yo trabajo en la fábrica de sombreros Charcas Glorieta, donde gano 274 Bs (aproximadamente 39 dólares), por ese motivo no puedo cumplir con las pensiones que son de 220 Bs, porque no me alcanza. Por eso, una vez, la Adela me ha hecho llevar a la cárcel y, para salir, me presté de mi hermano, Teófilo Cruz. Al mes siguiente, de nuevo me agarraron con mandamiento y otra vez me tuve que prestar de mi hermano. En agosto, nuevamente me agarraron y esa vez me saqué préstamo de la fábrica.
- ¿Qué actividades realizó el día martes 12 de noviembre?
- El día martes 12 de noviembre me levanté a las 6 de la mañana. Salí para ir al baño porque no tengo baño en mi casa. Al salir, vi a la Adela con su inquilina Natividad, estaban charlando. Viendo eso, me entré; más tarde volví a salir a hacer mis necesidades una cuadra más arriba. Volví a mi cuarto, tomé desayuno y me alisté para salir a mi trabajo. Llegué a la fábrica a las 8:15 de la mañana. Entré donde mi jefe Gonzalo Alfaro y le pedí que me prestara dinero porque dos de mis hijas, María Mercedes y María Isabel, harían su confirmación, a lo que me dijo que no tenía dinero, pero me ofreció darme mercadería para que venda. Fui al Mercado Negro a ofrecerle sombreros al señor Ramos; al ver que su puesto estaba cerrado, regresé a mi casa y, después de almorzar, volví a bajar a la fábrica donde trabajé hasta las 10 de la noche, luego me fui a mi casa. Llegando, me encontré con mi hijo Roberto, al que le pregunté qué estaba haciendo. Me dijo que estaba esperando a su madre, que no había llegado. Entré a mi casa, que es colindante con la de mis hijos, y me dormí en el mismo cuarto en el que duerme mi mamá. Al día siguiente, me levanté y, cuando desayunaba, entraron mis hijos para decirme, llorando, que su mamá no había llegado. Les dije que fueran a buscarle con sus tías. Cuando salí, vecinos se acercaron a preguntarme si sabía algo de la Adela, a lo que les dije que no sabía nada.
- ¿Tenía acordado un encuentro con ella el día martes 12 de noviembre a horas 9:00 en la plazuela Tarija?
- A esa hora me encontraba en la fábrica, no acordé ningún encuentro con la señora Adela, ya no hablábamos, solo nos veíamos y hablábamos en el Centro Juana Azurduy.
Tras emitir su declaración y al no existir indicios que lo involucren en la desaparición de su ex esposa, recupera su libertad con la garantía personal del señor Gonzalo Alfaro, gerente de la fábrica de sombreros Charcas Glorieta.

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El día viernes 15 de noviembre, aproximadamente a horas 11:00, en Tellería, en un descampado pedregoso ubicado en la carretera Totacoa-Yotala, los pobladores del lugar, alertados por un nauseabundo olor, hacen un increíble hallazgo.
Han encontrado la parte superior de un cadáver con largos cabellos en los que se puede observar sangre seca; una ya deshecha trenza está decorada con una tullma (adorno de lana), por lo que se presume que se trata de una mujer de pollera. Los huesos de la parte del tórax y la columna vertebral se encuentran descubiertos (sin músculos); al parecer, fueron depredados por canes de la zona. La piel de los hombros, brazos, espalda y la parte visible del rostro se encuentra quemada y manchada con sangre seca.
A pocos metros están esparcidas las que parecen ser las pertenencias de la occisa: restos de una manta de color oscuro, zapatos negros de mujer, llaves y, en el dedo anular de la mano derecha, un anillo de oro.
Al mediodía, llegan al lugar el fiscal de turno, un médico forense y policías investigadores para efectuar el levantamiento legal del cadáver.
Esa mitad de cuerpo es trasladada a la morgue del hospital Santa Bárbara, donde se practicará la autopsia de ley. El médico forense, vestido con una bata blanca, barbijo y gorro clínico, toma el bisturí y, con este, hace una incisión de oreja a oreja, para retirar la piel y observar el cráneo, donde se evidencia fractura con hundimiento en la región parietal. La causa de la muerte es por traumatismo encéfalo craneano, TEC: fractura de huesos temporo-parietal malar, provocada por objeto contundente.
En el rostro hay multiplicaciones de gusanos en fosas nasales y boca. El cadáver aún conserva los pulmones y parte del hígado. La data de la muerte es de tres a cuatro días. El brazo y hombro derechos fueron heridos por arma punzocortante. El cuerpo fue quemado con kerosene o algún otro líquido de combustión.
Se determina que el cadáver pertenece a la señora Adela Cárdenas Vásquez, quien es identificada por el anillo de oro que portaba en el dedo anular, en el que se encuentra grabado el nombre del señor Vidal Cruz, exesposo de la víctima.
Asimismo, en el interior de la mano izquierda, afectada por el rigor mortis, se encuentra el documento de identidad perteneciente al señor Vidal Cruz y billetes de dinero que no han sido totalmente consumidos por la acción del fuego. Aún no se han encontrado las extremidades inferiores.
A horas 17:30, el personal de la División de Homicidios se traslada nuevamente a la carretera Totacoa-Yotala, esta vez para ingresar a la huerta de la Facultad de Agronomía de la Universidad San Francisco Xavier. Ahí encuentran las extremidades inferiores, casi esqueletadas: pierna izquierda fracturada, desarticulada de su región pubiana; fractura en la región del hueso sacro. Los restos son trasladados hasta la morgue del hospital Santa Bárbara, para que sean entregados a sus familiares, previo cumplimento de disposiciones de ley.
A horas 15:00 del día viernes 16 de noviembre, decenas de vecinos del barrio Bajo Loyola, encabezados por la familia Cárdenas Vásquez, se reúnen indignados frente al Comando de la Policía para exigir la entrega del cuerpo completo de Adela Cárdenas, y pedir justicia contra el autor del crimen que le quitó la vida. Bajo amenaza de hacer justicia por propia mano de no ser escuchados, apuntan a Vidal Cruz y Elena Limachi como los presuntos autores.
A horas 15:30, efectivos policiales de la División de Homicidios se hacen presentes en la fábrica de sombreros Charcas Glorieta, ubicada en la esquina de las calles Camargo y España, a objeto de efectivizar la orden de detención del señor Vidal Cruz.
A horas 16:00, el fiscal, acompañado de Vidal Cruz y de personal de la PTJ, se traslada al domicilio de Cruz para realizar una requisa y verificar indicios que lo involucren o no en el crimen. El sindicado continúa negando su participación en el hecho.
En el cuarto de Cruz no encuentran ninguna evidencia. Pero, al salir, dentro de un horno de barro ubicado en el patio, hallan un balde blanco de plástico conteniendo un pantalón café, una camisa celeste y un pañuelo con sangre, remojados en agua con detergente.
Ante el hallazgo, Vidal Cruz confiesa ser el autor del crimen de su ex esposa, Adela Cárdenas Vásquez.
Se lo traslada a dependencias de la Brigada de Protección a la Familia, donde realiza su declaración ampliatoria.
- ¿Se ratifica en su declaración del día 13 de noviembre, en la que dice desconocer el paradero de la señora Adela Cárdenas?
- En una parte de la declaración he mentido: respecto a lo que hice el día martes 12 de noviembre. Estuve en mi trabajo hasta las 10. A esa hora, saliendo de la fábrica, me encontré con la Adela a la altura de Entel, en la calle España. Le dije: ¿dónde estás yendo? No me respondió. Le seguí media cuadra, diciéndole: hablaremos de nuestros hijos, charlaremos de nuestro hogar, a lo cual ella se negó. Como no quiso, yo me estaba yendo en dirección a la fábrica; entonces ella me dijo:
- Ya, charlaremos. ¿Dónde, pero?
- Iremos al cementerio, vamos en micro.
Retoma la declaración:
- Bajamos caminando la calle Urcullo, hasta la calle Aniceto Arce, de donde tomamos un micro de ida al cementerio. Nos compramos tarhui, que fuimos comiendo. Cerca de ahí estaba la parada de micros que bajan a Yotala. Nos subimos a uno de esos trufis. Ya en Yotala, nos dirigimos hasta la gruta de la Virgen. Ahí hemos charlado poquito y ella no quería volver siempre, porque decía que tengo otra mujer. Después nos estábamos yendo para volver a la ciudad, yo me adelanté, me entré a un atajo y me senté; ella ha subido a hablarme, ahí empezó la discusión, ella estaba parada y yo le empujé con las dos manos, porque estaba alterado, porque ella no quería volver. Mi intención no era hacerle daño, cayó, se golpeó la cabeza; cuando me acerqué, vi que estaba agonizando. Agarrándome de mi camisa y de mis rodillas, me manchó con sangre; me hice soltar, pero al ver que estaba mal me dio miedo, agarré una piedra y le golpeé no sé cuántas veces en su cabeza. En mi desesperación agarré un encendedor que tenía en mi bolsillo, le prendí fuego, creo, a su chompa y me vine corriendo, escapando, sin saber lo que ocurrió después. Esto pasó a las 11:30 de la mañana aproximadamente. Tomé un minibús para retornar a la ciudad. Llegué a la parada del Mercado Central y tomé otro micro para ir a mi casa, donde me cambié y oculté el balde con mi ropa ensangrentada, porque quería que se salga la sangre. Por la tarde, volví a mi trabajo, me dediqué a mis actividades habituales. Ya me encontraba tranquilo; solamente en Yotala no sabía lo que hacía, ni lo que pasaba.
- ¿Se arrepiente de lo que hizo?
- Me arrepiento de lo que hice, por mis hijos y por mí también.
- Diga usted si citó a su ex esposa a un encuentro para el día martes 12 de noviembre a horas 9:30 en la plazuela Tarija.
- No, mi encuentro con ella fue casual y nunca había pensado en matarla, fue un accidente.
- ¿Usted fuma? ¿De dónde consiguió el encendedor?
- Sí, fumo, el día martes tenía un encendedor rojo.
- ¿Dónde se encuentran las extremidades inferiores del cuerpo de su ex esposa?
- No sé nada, yo me he venido. Prendiendo el fuego, me escapé.
- ¿Regresó al lugar o envió a alguien para verificar el resultado?
- No, para nada.
- ¿Ese día consumió bebidas alcohólicas?
- Bebí desde el día sábado, fui borracho a trabajar, el día lunes y el martes me tomé una botellita de alcohol.
La ciudad de Sucre, caracterizada por ser una ciudad tranquila, apta para la vida estudiantil, donde los días transcurren pasivamente, amanece horrorizada y consternada por la noticia publicada en el periódico Correo del Sur, el cual, en fecha 16 de noviembre, tiene como principal titular en su portada: “Sucre: Conmociona macabro asesinato de una madre de ocho hijos”.
La noticia relata: “Un macabro asesinato fue descubierto ayer por la Policía Técnica Judicial (PTJ), que procedió al levantamiento legal del cadáver de una humilde señora, de 42 años de edad, cuyo cuerpo se encontraba totalmente destrozado y sus extremidades dispersadas en varios lugares de la localidad de Yotala”.
Las reacciones no se hacen esperar. Ese mismo día, sábado al final de la tarde, una multitudinaria marcha se traslada hasta las puertas del Comando Departamental de Policía para exigir justicia en contra de Vidal Cruz, presunto autor del horrendo crimen. La manifestación congrega alrededor de 300 personas de condición humilde, mujeres de pollera con niños en los brazos, hombres de abarcas. Todos gritan enérgicamente: ¡Justicia para Adela! ¡Que muera el asesino! ¡Que muera! ¡Vidal Cruz, asesino!
Empujones, gritos, llanto, son los componentes de la marcha. Pretenden hacer justicia por propia mano. Increpan a los policías que resguardan la puerta del Comando Departamental de la Policía. Exigen la entrega de Vidal Cruz. Quieren lincharlo. Califican de imperdonable la saña con que mató a Adela Cárdenas.
Hay instantes en los que efectivos policiales se ven obligados a utilizar la fuerza para contener la furia de los manifestantes.
El día lunes 18 de noviembre, similar escenario ocurre en puertas de la Policía. Las pancartas dicen: “¡Exigimos justicia, pena ejemplarizadora para este inhumano, psicópata y sus cómplices!”. La multitud pide a gritos “la cabeza de Cruz”. Pero esta vez la turba enardecida lleva consigo botellas con gasolina. Pretenden quemarlo vivo. Esperan atentos a que salga el asesino confeso, quien debe ser trasladado a la Corte Superior de Justicia.
Ante las amenazas de linchamiento, Vidal Cruz es vestido de policía; de esta manera pasa inadvertido ante la muchedumbre, y es llevado ante el Juzgado de Instrucción Tercero en lo Penal, que definirá su suerte.
En la audiencia, Cruz se ratifica como autor del crimen. Después de escuchar su confesión, la juez decide enviarlo con detención preventiva al penal de San Roque.
El día jueves 21 de noviembre, el diario Correo del Sur publica una entrevista realizada a Vidal Cruz. El titular señala: “Autor de horrendo crimen dice que pensó en suicidarse”. El periodista Suárez pregunta:
- Cuando la gente pedía justicia por el hecho que cometiste, ¿tuviste miedo?
- En la Policía, he sufrido mucho. Pensé en suicidarme, pero aún no me suicido por mis hijos porque, aunque sea desde aquí, puedo ver a mis hijos.
- Quisieron lincharte…
- Sí, pero me sacaron disfrazado de policía uniformado.
- ¿Y aún piensas en suicidarte?
- No sé… Creo que ya no.
- ¿Cómo te trataron en la cárcel?
- Me trataron bien, me dieron comida… y un poco de ropa, una frazada.
- ¿Qué es de tus hijos?
- No sé, pero no quisiera que se separen. Mi mamá o mi hermano les pueden proteger. Lo importante es que estén juntos. Me enteré que les quieren distribuir. ¡Eso no puede ser!
- ¿Y qué es de tus familiares? ¿Vienen a visitarte?
- No. Nadie vino, pero eso debe ser porque tienen miedo a que a ellos más les puedan linchar. Nadie me visita, ni mis compañeros, ni mis amigos, nadie.
- ¿Sabes que te pueden sentenciar a 30 años de cárcel?
- Tal vez. Eso verá la justicia, pero aunque salga anciano de la cárcel, siempre cuidaré de mis hijos.
- ¿Cómo te llevabas con ellos?
- Bien. Ellos me querían.
- Y ahora que mataste a la madre de tus hijos, ¿crees que te seguirán queriendo?
- No sé.
El Centro Juana Azurduy de Padilla, organización no gubernamental, desarrolla varios programas de apoyo a la mujer. Uno de los más importantes es el de la Defensoría de la Mujer, a través de la cual brinda asesoramiento legal y psicológico a mujeres para la exigencia y el respeto de sus derechos.
La abogada Lila Carrasco, quien atendió el caso del asesinato de Adela, aún se acongoja al hablar de ella, una de sus usuarias más apreciadas, porque la conoció mucho tiempo. La recuerda como una mujer afable, paciente y solidaria con las demás usuarias.
- Yo atendí el proceso de asistencia familiar. Ella tenía ocho hijos. No quería divorciarse de su esposo porque guardaba la esperanza de que, con el tiempo, él rectificaría su actitud y volverían a estar juntos. Los problemas empezaron cuando él comenzó a tener una relación extramatrimonial. Adela decía que, producto de esa infidelidad, les había llegado el ‘quencherío’ (término quechua que refiere a una temporada de infortunio como consecuencia de una infidelidad), la plata empezó a faltar, no podían cobrar a los deudores, entonces empezaron a distanciarse. Él se fue a vivir con su mamá. Al principio de la separación, Adela no le exigió nada, él le daba dinero ocasionalmente, pero luego le dejó de dar, entonces ella acudió al centro para pedir la asistencia familiar.
- ¿Cómo se desarrolló el proceso?
- Nosotros siempre llamamos a una primera audiencia para que las partes puedan consensuar un monto. En este caso, lo convocamos al señor Vidal, pero no vino. Entonces, planteamos la demanda de asistencia familiar. Y él, inmediatamente, demandó el divorcio por la causal de separación continua de más de dos años, que efectivamente era así. Adela no quería divorciarse pero, resignada, aceptó el divorcio. La sentencia de divorcio fijó una asistencia familiar de 220 Bs. Este monto es mínimo, no se pudo lograr un monto mayor porque en la fábrica le certificaron como sueldo un monto bastante bajo, que Adela manifestaba no era el real. Se emitió tres mandamientos de apremio por el incumplimiento de pago de pensiones.
El informe de gestión del año 2016 del Órgano Judicial señala que, en la ciudad de Sucre, 960 mujeres recurrieron ese año a la justicia demandando a sus parejas por asistencia familiar, siendo esta la segunda causa más atendida en los juzgados de materia familiar.
- Adela era católica - dice Lila - tenía mucha fe en Dios, y decía que, si bien se había divorciado por las leyes, ante Dios siempre estaría casada con Vidal, por ello nunca se quitó su anillo de matrimonio.
Y justamente por ese anillo fue identificada cuando se realizó la autopsia de ley. El anillo tenía grabado el nombre de su victimador: Vidal Cruz.
En el mes de noviembre del año 1996, vecinos del barrio Bajo Loyola se apersonaron al Centro Juana Azurduy indicando que Adela no había retornado a su hogar desde hacía dos días, y que la última vez que había sido vista, estaba bien vestida, alegre, y manifestó que se dirigía a un encuentro con su exesposo.
Después que se descubrió el crimen, los hijos de Adela estuvieron viviendo un par de días bajo el cuidado de la abogada Lila Carrasco, quien, por el gran afecto que tenía a su madre, los cobijó unos días en su domicilio particular. Al no existir familia ampliada materna que esté en condiciones de quedarse con ellos, se buscó un albergue donde puedan vivir juntos, para evitar su disgregación. Cuatro de ellos, los menores, ingresaron a Aldeas Infantiles SOS; los otros cuatro, por su edad, no pudieron acceder a esa institución de asistencia, pero sí fueron acreedores a un beca de estudios, con la que pudieron salir adelante.
- Supe que sus hijos, después de ese periodo de una especie de rechazo, ya habían empezado a visitar a su padre, ya lo habían perdonado.
El caso concluyó el año 1998 con una sentencia condenatoria de treinta años sin derecho a indulto en contra de Vidal Cruz. Además de la confesión del hecho, las pruebas aportadas en el proceso demostraron de manera contundente su autoría en el crimen. La segunda persona investigada, Elena Limachi, fue sobreseída por no encontrarse elementos que probaran su participación en el asesinato.
Lila Carrasco recuerda a Adela Cárdenas como una mujer delgada (pesaba solo 43 kilos), de estatura baja y piel morena, trenzas largas, con rostro demacrado y marcado por las líneas de expresión, con quemaduras ocasionadas por el sol, ojos negros un poco rasgados y sin varios dientes.
- ¿Qué opina sobre la veneración a Adela Cárdenas?
- Yo creo que eso sucede por la forma trágica en que murió. Ella murió como un mártir, por eso la gente le eleva oraciones. Ese sufrimiento le permite que pueda llegar a interceder ante Dios y, además era muy buena persona. Por eso, yo también le pido cuando tengo audiencia en procesos que llevo, le digo: !Adela, acompáñame!
El 9 de marzo de 2013 se promulga en Bolivia la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia, la cual incluye el tipo penal de feminicidio, previsto y sancionado en el artículo 252 bis del Código Penal. El feminicidio es entendido como el asesinato de una mujer por el desprecio a su condición de mujer o por desafiar los roles establecidos por una sociedad patriarcal que la ve como un ser inferior, nada más por el hecho de haber nacido mujer. Es un delito que se sanciona con 30 años de cárcel sin derecho a indulto.
El año 2014 se registraron 77 casos de feminicidio en Bolivia, en 2015 hubo 93 casos, mientras que en 2016 han sido denunciados 104 feminicidios.
No hay un registro que dé cuenta de los feminicidios producidos a causa de la exigencia de asistencia familiar.

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