Hace 26 años mi libro, Sentímetros, fue la primera experiencia de colaboración con artistas plásticos. Entonces eran once, entre ellos, cinco grandes que ya pasaron al otro lado del espejo: Raúl y Gustavo Lara, Walter Solón Romero, Pedro Portugal y mi querida amiga de Argelia, Fatiha Rahou.
Ahora nace Poeta de papel, mi sexto poemario, que apela otra vez al diálogo con artistas. Esta vez son 20, de lo mejor que tiene Bolivia, cada uno con su estilo, su técnica y su calidad humana. El proceso fue igual: cada uno eligió cinco poemas y dibujó lo que los poemas le decían al oído.
Quiero mencionar a quienes se unieron a la aventura, como Luis Zilveti, con quien mantengo una amistad que comenzó en París a principios de la década del 70. Zilveti diseñó el cartel de mi largometraje Señores Generales, Señores Coroneles (1976), hizo también algunos dibujos para mi libro Bolivie (Le Seuil, 1981), así como la tapa de la primera edición de Cine, censura y exilio en América Latina (1979), además de ser uno de los once artistas que dibujaron en mi libro Sentímetros (1990). Su colaboración más importante conmigo son los 51 dibujos para Cruentos (2012), y ahora cinco dibujos más para Poeta de papel. En su estudio en París, donde lo he visitado muchas veces, lo retraté para mi serie Retrato hablado y esa foto fue la tapa de uno de sus catálogos.
Además de Zilveti hay otros dos artistas que dibujaron hace casi tres décadas en mi libro Sentímetros y que ahora han vuelto a reincidir: Alejandro Salazar y David Darío Antezana. Alejandro contribuyó, además, con el dibujo y diseño de la tapa de Las radios mineras de Bolivia (1989), libro que coordiné con Lupe Cajías, el primero sobre ese tema. David Darío es otro reincidente, nos une también la amistad que forjó con Ricardo Pérez Alcalá, tan amigo de Gíldaro, su padre.
Cochabamba está bien representada con David Darío Antezana y con Gonzalo Ribero, como lo está Oruro con Erasmo Zarzuela y Santa Cruz con Ejti Stih y con Lorgio Vaca. Lorgio es otro amigo de larga data con quien hemos compartido momentos e ilusiones en su tierra y en París. No fue fácil involucrar a Lorgio en este proyecto porque andaba reconstruyendo uno de sus murales más emblemáticos, el del parque de El Arenal, pero a tanta insistencia mía cedió generosamente.
No es la primera vez que Ejti Stih colabora conmigo, lo hizo antes con una bella portada para el libro Políticas y legislación para la radio local en América Latina (2010), que coordiné junto a Karina Herrera-Miller.
Los dibujos de dos artistas, además de Luis Zilveti, que han desarrollado su actividad creativa fuera de Bolivia enriquecen Poeta de papel. Carmen Perrin ha obtenido amplio reconocimiento por su obra en Suiza y otros países. Tuve el privilegio de escribir la introducción del catálogo de una gran muestra retrospectiva, Entrar afuera, salir adentro, que le dedicó la Casa de América Latina, en París. El otro artista que se ha establecido fuera de Bolivia con mucho éxito es Fernando Rodríguez Casas, quien contribuyó con dibujos de gran formato que destacan en la muestra.
A Carlos Villagómez también me une una historia de colaboraciones, puesto que ha diseñado las tapas de la segunda edición de La máscara del gorila (1984), de Conservación, desarrollo y comunicación (1990), de Sentímetros (1990) y del catálogo de mi muestra fotográfica Retrato hablado. Algo similar sucede con Guiomar Mesa, quien fue también cómplice como diseñadora de varias de mis aventuras editoriales, aunque esta es la primera vez que contribuye con sus dibujos.
Mis caminos y los de Patricia Mariaca coincidieron en Guatemala y en Bolivia, donde escribí la presentación del catálogo de su muestra Espejismos nómadas. Patricia es una artista de actividad incesante, que ha exhibido su obra en todos los países en los que ha vivido.
No menos activas y productivas son Gilka Wara Libermann y Roxana Hartmann, no hay día que no pinten o dibujen, como lo han hecho para este libro. Y lo mismo sucede con Marcos Loayza y Javier Fernández que dibujan compulsivamente y me dieron la posibilidad de escoger entre tres o cuatro dibujos para cada poema, poniéndome en el aprieto de elegir.
Mauricio Bayro respondió con entusiasmo a la invitación y en muy breve tiempo entregó sus dibujos, lo mismo que Marco Tóxico, formidable artista del grabado, y José Ballivián, fino dibujante cuyo trabajo se inscribe en la escuela de Rodríguez Casas.
La verdadera discípula de Ricardo Pérez Alcalá es también parte de este libro. Mónica Rina Mamani llegaba casi todos los días desde El Alto para ver pintar a Ricardo y aprender de él. Domina como su maestro la técnica de acuarela sobre tabla recubierta de yeso, y como él deja volar su imaginación. Aunque Ricardo no dibujó en Poeta de papel, es el autor del cuadro de la tapa, tal como fue autor de la obra en la tapa de Sentímetros. Con Ricardo tuvimos también una fecunda amistad, en Bolivia y en México.
Sobre Poeta de papel no diré mucho, porque la poesía se hace en los lectores y cada uno dibujará en su cabeza los poemas. Yo sólo los escribo. Coincido con Octavio Paz (salvo en aquello de los centavos) cuando se refiere al acto de escribir:
"He escrito y escribo movido por impulsos contrarios: para penetrar en mí y para huir de mí, por amor a la vida y para vengarme de ella, por ansia de comunión y para ganarme unos centavos, para preservar el gesto de una persona amada y para conversar con un desconocido, por deseo de perfección y para desahogarme, para detener el instante y para echarlo a volar”.
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