En el libro “Ascención de la lluvia”, encontramos también juegos de palabras ingeniosas, cuando en tono burlesco, el académico de la lengua evade normas y corsetts lingüísticos, para decir:
“la poesía intenta hacer impalpable
lo palpable (o Bise-versO)
existente lo inexistente y/ o explicar lo
inexplicable en una procreación de NADA
NADA (nada) = hasta hacer
real a lo “otro”
a lo que no es o no pudo ser
o simplemente no será jamás:
fabricar nubes desatar las
aguas del río
tender las colinas y
hacer crecer las plantas
e inclusive corrige Herrores
de la naturaleza ifallaz dello que
(h)es (o nuéz) mandan…diru…diru…lan…” (pág 13)
En este poema, el autor ilustra su parecer y actitud frente a las vanalidades de la poesía, casi a la manera de un “Arte Poética” (aRS CONKRETT, denomina el poeta), mostrando una tenden-cia lúdica que desmorona barreras y acartonamientos, al cuestionar reglas a menudo absurdas que a monos pueden conducir a develar la vacuidad de lo artístico o poético en sí…
A menudo Arduz utiliza una distribución, análisis y arreglo de signos, letras o palabras, surgiendo los significados de la forma y semántica. A continuación, apreciemos alguna de estas características en el poema “Adam et”, en el cual el poeta se crea a sí mismo para transmitirnos sus sueños.
En cuanto al contenido, su estilo está más bien a tono con la comunicación moderna: breve y sustancial (“si breve y buena, dos veces buena”). Es decir, con una sola palabra y pocas letras -o la interacción entre ellas- se intenta decir mucho, para significar en algu-nos casos con rasgos sintéticos y racionales una actitud frente a la vida.
En lo que respecta al tema comunicacional, el poeta usa la estructura del lenguaje como información expresada en forma concisa. Lo que está construido de signos puede ser comunicado o transmitido pasando por la percepción, emisión y apercepción. Se va formando un esquema, con un entramado de signos adecuado para esta literatura experimental, simplificada en el uso de la semiótica y el manejo lúdico de los signos...
Al jugar estos elementos un rol preponderante, en algunos poemas se reconocen vínculos con la red muy en boga, como son los “emoticonos”. Por cierto, en los salones virtuales de conversación y diálogo, éstos no son utilizados con objetivo poético, sino más bien netamente comunicacional-emocional. No obstante, la relación es obvia y en los casos más simples, como en el poema “Día segundo” se ve el dibujo de un sol y también en “Caleidoscopio” otro signo semejante a una flor, en lugar de las palabras “sol” y “flor”, respectivamente.
Otro recurso interesante y llamativo se utiliza en “Moulin Rouge”, transmitido a través de las aspas de un molino. Sin embargo, este es uno de aquellos poemas que, sin duda, se luciría y tendría efecto mayor entre la video-poesía y la poesía computarizada, donde se podría apreciar con mejor claridad y precisión
el desplazamiento, colores y el movimiento giratorio de las palabras.
En cuanto al fenómeno de “universalidad”, ayuda el hecho de que se escriban algunas palabras y títulos en alemán, inglés, francés, portugués e inclusive latín o rumano (“Atme-net” = tránsito). La escasa sintaxis y pocas palabras facilita la comprensión en otras lenguas, cual si se procurara un sistema de comunicación poética por encima de las barreras lingüísticas, que tienda a que las lenguas unan a los seres humanos en lugar de distanciarlos; recurso este que ya utilizara en los títulos de libros anteriores dedicados al orbe aymara, entre ellos “Inti-huyphy-pacha¨-Sol de Invierno (Ediciones Signo, La Paz 1992) o “Jiwasanaka (Nosotros) -Desde To-das las Sangres” (Anthropos, La Paz 2000).
Aquí, al formar conceptos y relaciones lógicas expresadas de manera clara a través de un lenguaje pre determinado, la economía de palabras debe/ debería causar el impacto psicológico deseado en la mente del lector, apreciándose en este contexto cierto paralelismo con la ingeniería del lenguaje, en el diseño de léxicos artificiales. Y en este senti-do, la poesía puede ser entendida también
cual un trabajo cualquiera en “albañilería”, pues mediante la utilización de “palabras-ladrillos” el ingenio humano crea, “construye”, y obtiene resultados singulares en cuanto a creatividad y subjetividad.
Por cierto, en cada caso las soluciones difieren. Según el iniciador del “Atamiri”, el mate-mático Iván Guzmán de Rojas: “El ingeniero del lenguaje, al igual que el lingüista o el poeta investiga con afán de lograr un modelo formal de representación del lenguaje siguiendo un método de trabajo constructivo, constatando siempre que cada uno de los componentes del modelo permita simular el lenguaje que se de-sea representar, estableciendo la factibilidad en la aplicación de una práctica determinada”.
Apollinaire experimenta en caligramas que tienen mucho que ver con la forma, aunque todavía conserva vestigios de sintaxis y ritmo; mientras que sin ocuparse más del objeto, el dadaísta Hugo Ball propone al poeta abandonar el lenguaje y trabajar como los pintores escribiendo poesía abstracta que no utiliza palabras, sino que juega con las “tonalidades”. En la poesía concreta no siempre las recetas son válidas, pero, finalmente el arte tiene la libertad de volar con todas las alas de los ángeles.
Por esto mismo, causa extrañeza leer en la prensa nacional dedicada a temas de arte y cultura, que califican este poemario como algo “atípico”, y aquí nos preguntamos a qué se puede llamar “atípico” en poesía; y es más, ¿qué se podría considerar atípico en cuanto al mismo arte en general? Si en estética todo experimento es válido, entonces, dejémosle al lector el raro privilegio de descifrar, descodificar, percibir e interpretar. Y, de la misma manera, deseémosle éxito a este nuevo libro de poesía que afirma que la lluvia cae hacia arriba!...
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