lunes, 29 de febrero de 2016

Si quiere que sus niños lean ¡Anímese... lea con ellos!

Con la gestión educativa 2016 por delante, el rendimiento académico de los estudiantes es una preocupación recurrente entre madres y padres de familia, especialmente en estos primeros meses de clases, en los que los maestros recalcan la necesidad de desarrollar y/o reforzar hábitos de lectura, que les permitan aprovechar mejor los procesos de enseñanza y aprendizaje.

He ahí el reto para los tutores de las niñas y niños del nuevo siglo, acostumbrados a la rapidez de la información en formatos ágiles de transmisión instantánea, comprensiblemente reacios a la dedicación y paciencia que exige la lectura comprensiva

de un libro.

¿Cómo lograr que los pequeños intercambien la televisión por unos cuentos y no morir en el intento?

El pedagogo y catedrático cochabambino William García Meneses explica que la lectura, como actividad no

natural del ser humano, debe ser

estimulada desde los primeros años

–desde que el bebé puede sostener algo entre las manos– de forma que

se convierta en un hábito familiar y no sea rechazada en contextos de más presión, como son los años escolares y de educación superior.

TIPOS DE LIBROS

García, quien tiene un doctorado

en Educación, señala a la edad como un criterio importante al momento

de clasificar y seleccionar el tipo de literatura recomendable para los niños, pero con igual énfasis. Insiste en que sin el acompañamiento de los padres, esta actividad solo será una obligación, no la expresión de un hábito enraizado.

Los bebés (hasta los dos años) ya pueden ser introducidos a los libros en su formato de “libro-juguete”, hechos de materiales seguros para ellos, como goma eva o tela, y que contengan imágenes coloridas y atrayentes, sobre todo de otros bebés, esto para que desde este momento desarrollen un interés por los otros seres humanos.

A decir del pedagogo, el contacto temprano con estos libros les “permite a los niños de esta edad familiarizarse con ellos, para que no les sean extraños cuando lleguen a la escuela”, proceso en el cual los padres tienen que acompañarlos revisando los libros-juguete con ellos, haciendo sonidos y gestos mientras observan los dibujos.

Para los niños de entre 2 y 6 años se aconseja el uso de libros ilustrados, es decir, aquellos en los que predominan las imágenes, pero donde ya aparece más texto y, aunque escaso, debe comenzar a familiarizarlos con las letras. En esta etapa los niños imitan casi todo lo que observan, por lo que si no ven a sus padres leyendo, por su cuenta o con ellos, difícilmente desarro- llarán un interés propio en la lectura.

Además, esta actividad puede servir de afianzamiento de la relación progenitor-hijo. “No hay mejor ejercicio de lectura que aquel que se desarrolla con los padres o los seres queridos”, observa García al respecto. Señala a “Donde viven los monstruos” de Maurice Sendak, “El globo” de Isol, “El túnel” de Anthony Browne y “La casa de mi abuela” de Pep Bruno como sugerencias.

Cuando tienen edades entre los 7 y 12 años, una vez que comienzan a asistir al colegio, los pequeños deben tener mayor acceso a libros de texto, que aún contienen ilustraciones, pero ya en menor medida. En esta fase, padres y maestros deben estimular aún más el interés por la lectura mediante actividades de recreación como pueden ser representaciones teatrales

de los cuentos.

“El niño acá empieza a querer contar, agregar elementos a la historia”, explica García, en relación a lo necesario que es escuchar a las pequeñas y pequeños mientras exponen lo que entendieron y lo que no de las lecturas, lo que les gustó, lo que no les gustó, y hasta lo que “inventan”.

Esta es una oportunidad fenomenal para mejorar la comunicación con los hijos, resalta García, quien sugiere a “Matilda” de Roald Dahl, “Palabras para jugar” de Gianni Rodari y “Cuentos de los hermanos Grimm” de Wilhelm Grimm como buenas alternativas literarias para esta etapa infantil. Sobre todo hasta estas edades, los padres pueden sentirse abrumados por la “incansable” energía y vitalidad infantil. Ante el posible caudal de preguntas e inquietud de los pequeños, Susan Kalt, investigadora visitante del Programa de Educación Intercultural Bilingüe de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) y docente de la Universidad de Roxbury (EEUU), pide comprensión y paciencia para estos momentos de relacionamiento fraternal, a través de la literatura.

“A los niños les gusta repetir, les gusta pedir que lean otra vez, hacen pregun- tas, exigen atención y tiempo, que no todos los padres y madres tienen, pero deben encontrarlo, no delegar toda la responsabilidad en los maestros, ellos tienen 30 o más personas a su cargo, suelen verse rebasados en el aula”, reflexiona Kalt e invita a los progenitores a explicar a sus hijos

que no siempre pueden contar con

su atención total por lo que deben aceptar un “no” de vez en cuando,

sin llegar a frenar su ímpetu con frases violentas.

Desde los 12 años en adelante, los adolescentes ya pueden elegir sus propias lecturas, entre las del tipo clásico o formal, donde las ilustraciones o no existen o son mínimas. En este tipo de obras el contenido es más abstracto y hay más variedad, por lo que conviene, más que controlarlos, guiarlos en su exploración literaria.

“En esta etapa se desarrollan y afianzan valores morales, roles de género, estereotipos sociales, personalidad. Vale la pena acompañar al adolescente conversando sobre lo que leen, proponiendo dilemas morales, haciendo críticas constructivas de los personajes de la historia”, recomienda el pedagogo y añade que se debe procurar que el escenario afectivo que se creó en las anteriores fases no se pierda de ahora en adelante.



LOS QUE SE RESISTEN

“Forzar a un joven a leer es producir una actitud de rechazo contra la lectura”, advierte William García sobre el reto de incentivar el impopular hábito de la lectura en la difícil etapa

de la adolescencia.

Sin embargo, el psicólogo cochabambino Gustavo Gottret identifica una ventaja: la curiosidad natural de los adolescentes los empuja a buscar

información por varios medios, ellos leen, tal vez no libros, pero sí leen.

“Interesarnos un poco en lo que nuestros jóvenes y adolescentes leen puede permitirnos comprenderlos mejor, generar positivos espacios de intercambio y discusión, tender puentes intergeneracionales”, sostiene el especialista en desarrollo del niño y niña en contextos de diversidad cultural.

“Lo que podemos hacer para motivarlos a leer [libros, no solo posts en Internet] es despertar su interés, contando una parte de la historia” de alguna obra que se quisiera sugerir, señalando el valor agregado que representa la lectura en comparación con las películas o videojuegos, indica.

“Estudios psicológicos muestran que [niños y niñas entre 6 y 12 años] ya son capaces de pensar con una lógica semejante a la del adulto en la medida en que se les provea de un soporte concreto”, apoya Gottret y pide que no se subestime la capacidad comprensiva de los jóvenes “prohibiéndoles” ciertas lecturas. “Todos los libros tienen algo que ofrecernos”, reflexiona el pedagogo, quien recomienda obras de autores como Gabriel García Marquez y Julio Cortázar en cuanto a literatura latinoamericana, y Augusto Guzmán, Velia Calvimontes y Gaby Vallejos, para historias más cercanas a las vivencias bolivianas.

UNA CITA CON LA LECTURA

Cochabamba cuenta con algunos destinos para encontrarse con la lectura, pero no todos están dirigidos al mismo público. Para los más pequeños, el café/librería “Árbol de Papel” (Av. Beni, 538) es un innovador espacio donde, además de poder adquirir libros infantiles, padres, madres y bebés pueden participar de una serie de actividades lúdicas que buscan generar asociaciones de la lectura con sentimientos positivos de cariño y cercanía familiar.

Por su parte, el Programa Ludotecas, en el que participa William García, ofrece siete centros lúdicos en la ciudad, tres de ellos en la UMSS (el de la Facultad de Humanidades está abierto al público).

Remate de libros para varias edades

Actualmente, y hasta principios del próximo mes, se desarrolla una liquidación de libros en el almacén de Katty Guttentag, ubicado en la calle Crisóstomo Carrillo, entre La Paz y Salamanca, mismo que está abierto desde las 9:00 hasta las 19:00, de lunes a viernes, y sábados por la mañana.

Los precios de los títulos en oferta van desde los cinco hasta los 50 bolivianos, en su mayoría.

Se pueden encontrar obras de literatura infantil y clásica, libros de texto para escuela, diccionarios y otros.

“Hay colecciones de antologías de cuento y poesía, novelas, fascículos científicos, textos en inglés, alemán, francés”, describe Guttentag, mientras sostiene algunos ejemplares en tapa dura de una colección que incluye a autores consagrados como Edgar Allan Poe, Marcel Proust, William Faulkner y la enigmática y talentosísima Virginia Woolf.

Estudiantes y aficionados a los libros pueden aprovechar de este ciclo

de liquidación, que se extenderá solo hasta principios de marzo.

Sabia reflexión de un padre. Gustavo Gottret

“Absortos por responder económicamente con las responsabilidades del hogar, solemos descuidar a nuestros muchachos y muchachas interesándonos poco (o nada) en lo que ocupa sus mentes y sus corazones. (...) Algunos orientales dicen que “somos lo que comemos”. La lectura es también un alimento, y cuán poderoso “para nutrir tristezas o alegrías, resentimiento o solidaridad“.

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