martes, 2 de febrero de 2016

No mueras joven, todavía queda gente a quien decepcionar

La editorial Cinosargo de Chile hace apuestas cada vez más interesantes en sus publicaciones. Para finales de 2015 sacó la primera edición del libro No mueras joven, todavía queda gente a quien decepcionar. Un libro que recoge gran parte de la producción poética de Andrés Villalba (Quito, 1981) y que demuestra de forma corrosiva y contundente por qué su poesía es una de las más importantes de Ecuador.

La obra recoge poemas de libros como Soterramiento, Cuaderno Zero, Muñones y de La obscenidad del vencido. En cada uno de estos libros hay una exploración formal y temática que aborda el poeta haciendo de lo cotidiano y del fracaso su escenario primordial. Aquel que sólo existe en la medida en que la biografía logra ser capturada con juegos irónicos y diatribas contra el trabajo y la poesía. Hay una burla constante sobre el oficio del perdedor que se arroja a escribir versos como única forma de seguir en la letanía que significa vivir en un páramo andino que es incapaz de verse a sí mismo.

La poesía de Villalba, lejos de toda pretensión, ronda los espacios de la prosa poética, el verso libre y la autobiografía con el fin de redondear un personaje (quizá él mismo o nosotros a través de él) que no puede ir más allá de sus posibilidades y se arroja tanto a las mujeres y sus dudas como al alcohol y sus desvaríos, para finalmente volver al origen: la palabra escrita como fórmula y señal de la imposibilidad de hacer algo que beneficie al resto. La poesía no salva a nadie, ni siquiera a su propio autor. La poesía no es más que un juego que quema y sin embargo, del cual es imposible salir de él.

Al leer el libro de Villalba el lector se acerca a la historia de Ecuador, se acerca a las migraciones árabes y turcas que han llegado a esta parte del territorio andino, se percata de la imposibilidad de la verdadera amistad y sonríe frente a la mirada casi sardónica sobre el universo falseado de la seducción femenina. La ironía, la risa, los guiños poéticos y las penitencias familiares cobran en este libro un valor más que importante. Forman una constelación que nos hace pensar que la poesía ha dejado de ser un acto solemne y que puede reírse de sí misma. En cada verso de Villalba hay latente esa frase que dice: "si no es con dolor, no sirve”. Parece ser que el poeta en este caso se arrastra por las hebras de la vida y reconstruye la palabra para hacerla lo más prosaica posible, porque sabe y entiende que sólo de esa manera el mundo podrá ser nombrado.

El mundo del peregrino y del perdedor es, al final de cuentas, nuestro mundo. Ese mundo es propiedad de este libro, su escenario donde en un intento ciertamente intermitente, el mismo autor se va reconstruyendo y fantasea por ello con la salida: la liberación. Pero ella no es posible porque el poema aún no está terminado y porque, sí, aún hay gente que cree en el poeta (al menos de momento y ya habrá tiempo para decepcionarlos). No mueras joven, todavía queda gente a quien decepcionar es un libro que poco a poco podrá abrir caminos sobre la forma en que se puede seguir escribiendo poesía en estas regiones no tan transparentes.

(*) Es escritor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario