domingo, 6 de noviembre de 2011

‘El movimiento literario en Bolivia ha cobrado fuerza en los últimos años’

Víctor Montoya - Allá por los años 70, la dictadura de Hugo Banzer expulsó al escritor paceño que acabó formándose en Suecia. Retornó al país y ahora quiere contribuir a la literatura y la educación en Bolivia. Valora su experiencia en Europa, donde vio caer a varias dictaduras. Dice que las nuevas tecnologías son una puerta abierta para una mayor difusión y promoción de la literatura nacional. Montoya también es un periodista a quien le escuece la mano para hacer textos donde siempre piensa en el lector


— ¿Cómo fue su salida del país?
— No me fui del país por voluntad propia, sino que me sacaron directamente de la prisión y me expulsaron durante la dictadura militar de Hugo Banzer. Dos policías vinieron a buscarme en la cárcel de Viacha, me ordenaron alistar mis cosas, me trasladaron al Ministerio del Interior y de allí me llevaron en una furgoneta hasta el aeropuerto de El Alto, donde me embarcaron rumbo a Suecia. Es decir, fui uno más de los bolivianos que estuvo condenado a formar parte de la diáspora del exilio.
— Era reconocido como un joven escritor, pero sobre todo un literato que trabajaba en la construcción de los mundos literarios de los mineros...
— Lo cierto es que yo escribí mi primer libro de testimonio en las cárceles bolivianas. Cuando llegué al exilio, como un desterrado que tiene un pasaje de ida pero no de vuelta, tenía conmigo el manuscrito de Huelga y represión, un libro que está a medio camino entre la crónica periodística y el testimonio autobiográfico. En él relato las causas y consecuencias de la huelga minera de 1976, la posterior intervención militar en el distrito minero de Siglo XX y Llallagua, y, como es natural, la represión apocalíptica que desencadenó el Gobierno contra los dirigentes sindicales. El libro, además, denuncia con lujo de detalles los métodos de tortura durante el Plan Cóndor.
— ¿Con qué esperanzas retorna Víctor Montoya a Bolivia?
— He retornado al país después de 34 años de ausencia, con las esperanzas de que mis conocimientos y experiencias sirvan en Bolivia, que no sólo es un país en vías de desarrollo, sino que necesita del aporte de todos y cada uno de nosotros para salvarnos de la pobreza y las injusticias sociales, que son una suerte de males endémicos que aquejan a los más desposeídos. Mi presencia en Bolivia se notará, sobre todo, en la literatura y la educación; dos campos en los que he aprendido a desenvolverme con soltura.
— ¿De qué manera evalúa su exilio por Europa?
— Mi exilio en Europa me ha servido para comprender que todos los habitantes de este planeta somos hermanos y que nadie es dueño de la verdad absoluta, pero también me ha enseñado que los regímenes totalitarios, ya sean de izquierda o de derecha, terminan siempre en el fracaso. Me tocó vivir muy de cerca los desastres del estalinismo en los países del Este de Europa, que tras el Glasnost y la Perestroika se derrumbaron como castillos de naipes. Me tocó experimentar la caída estrepitosa del Muro de Berlín en noviembre de 1989, que durante la Guerra Fría separó al hermano del hermano y a la madre del hijo. Este Muro de la vergüenza, que partió a una ciudad por la mitad, me pareció una de las peores aberraciones de la mente humana. Asimismo, viví muy de cerca el desplome de la dictadura de Jaruselski en Polonia, tras la visita del Papa a Gdansk, y la ejecución del tirano Nicolae Ceausescu en Rumanía. Todo esto parecía el escenario de una novela mal escrita. En Europa aprendí también que la educación y la cultura son dos de los pilares fundamentales sobre los que debe levantarse una sociedad que vela por el futuro de sus ciudadanos. La cultura nos permite perpetuar la memoria histórica del pasado y el presente, y la educación nos permite garantizar el futuro de la democracia, porque en las escuelas y los colegios se forjan a los ciudadanos que, en el futuro, serán los valedores del pluralismo democrático.
— En la actualidad, ¿cómo ve la actividad literaria en el país?
— Tengo la sensación de que el movimiento literario en Bolivia ha cobrado fuerza en los últimos años, porque de haber sido uno de los países más rezagados en el contexto de la literatura latinoamericana y mundial, hemos pasado a ser uno de los países que más pugnan por establecerse con méritos y luces propias en la constelación de la literatura universal.
Creo que gran parte de todo esto se lo debemos a las nuevas tecnologías de la informática. Los lectores ávidos, que antes sólo contaban con las páginas literarias de los diarios y las revistas en soporte de papel, hoy cuentan con una serie de propuestas en internet. Son cada vez más los jóvenes que acuden a las publicaciones digitales en busca de autores nuevos o de autores “marginales”, que no siempre son reconocidos o difundidos por los medios oficiales de información. Hoy por hoy, cualquiera puede crear su blog personal, su página web o su Twitter; algo que antes era impensable.
— ¿La vena del periodismo le sigue picando?
— El periodismo, sin lugar a dudas, es una de las vertientes más fecundas de mi trabajo como escritor. La mayoría de los escritores ejercemos el periodismo como un ejercicio constante. Muchos de nuestros más grandes autores se han ganado la vida como periodistas. García Márquez considera el periodismo como una escuela necesaria, donde se forma el escritor, porque se aprende a escribir escribiendo, machacando a diario el oficio.
El periodismo, en mi caso, es una fragua donde templo mis textos con un criterio más amplio y pensando siempre en el lector. En cambio mi literatura, que recoge elementos de la realidad y la ficción, corresponde más al ámbito privado, porque primero pienso en mí y luego en el lector.

Perfil

Nombre: Víctor Montoya
Nació: 21-06-1958
Profesión: Escritor
Cargo: Periodista y pedagogo

Un escritor boliviano que se formó en Suecia

Montoya es un escritor que fue exiliado a Suecia en el gobierno de Banzer. Estudió Pedagogía en el Instituto Superior de Profesores de Estocolmo y trabajó durante muchos años antes de dedicarse por completo a la literatura.
Como escritor, explica que se deja llevar por tres temáticas. La primera tiene relación con la represión política de los años 70 y 80, especialmente en Cuentos violentos; luego está la temática del exilio. En sus palabras: “Tiene una serie de cuentos complejos y contradictorios, propios de un desterrado que vive a caballo entre dos realidades, entre el país que lo vio nacer y el país de adopción, donde siente el desarraigo y rememora, a la distancia, las experiencias vividas y sufridas en el pasado”. Y, por último, están sus Cuentos de mina, en los que recrea el mundo mágico y mítico de las profundidades, pero no desde la perspectiva del realismo social, sino desde la perspectiva del realismo fantástico y tiene como protagonista al Tío de la mina. Con su pluma periodística colaboró en publicaciones de América Latina, Europa y Estados Unidos.

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