La joven investigadora mexicana presenta su libro hoy en el salón de la Vicepresidencia del Estado.
Jessica Brenda Pérez Mendoza
¿Cuándo inicia tu inquietud por investigar la ruta de la coca?
Mi interés surge por un estudio que hice en la UMSA en 2009 como parte de una maestría. En un inicio yo quería investigar la organización en el interior de los sindicatos cocaleros, sin embargo cuando llegué a La Paz me doy cuenta del contexto cotidiano de la hoja de coca y mi tema se transforma. Decidí indagar más sobre los usos de la coca y su trayectoria histórica, que tiene que ver con los controles desde la Colonia hasta bien entrado el siglo XX.
La hoja de coca ha sido considerada una sustancia nociva equiparada con la cocaína, y empecé a rastrear documentos en los cuales se notaba esa relación. Me centré en documentos y hallé uno de los años 50 considerado base para penalizar la coca y a partir de ahí inicié el trabajo.
¿Qué países involucró tu ruta de estudio?
Perú, el norte de Argentina, el norte de Chile, Colombia con Sierra Martha y, claro, Bolivia. A mí me parecía fascinante cómo el uso del coqueo, pijcheo, mampeo en cada lugar tiene su característica y está unida al mismo valor que se le da a la planta.
¿Hay similitudes en relación a la coca entre los países que mencionas?
Muchísimas, en distintos ámbitos. Yo hallé ceremonias a la Pachamama como las que hacen aquí. En Perú se la invoca y en Colombia también, es un cultivo sagrado.
¿Hay personas especialistas en rituales como la lectura en coca y otros, como los amautas y las mamas? ¿Viste algo similar en los otros países?
Interesante pregunta. En mi último viaje a La Quebrada, Jujuy, encontré que este uso de leer la coca la realizan bolivianos en estos lugares, los amautas o yatiris, muy bolivianos.
¿Qué sentiste o qué impresión te dio cuando descubriste ese ejercicio?
La primera vez que llegue a La Paz quise relacionarme también con esos usos y me sentí identificada porque en México también hay usos especiales para algunas plantas, así que para mí era significativo hacer esta relación en América Latina, y saber algo más sobre las personas que tienen ese don especial para transmitir sus conocimientos y saberes ancestrales.
¿En tu recorrido conociste a personas que estén interesadas por investigar sobre la coca o que estén involucradas en la defensa de la coca?
Es otra pregunta interesante, porque por ejemplo el libro que vamos a presentar despertó gran interés en el norte de Argentina porque no existen investigaciones suficientes para explicar ese cotidiano. Incluso las personas que participaron, que eran historiadores, decían que hace falta muchísima investigación sobre la hoja de coca en el norte de Argentina. En Perú tampoco existen investigaciones, como creo que existen en Bolivia. El libro de Cartes y Mamani que es fundacional, los trabajos de Alison Speding, de Silvia Rivera, aquí sí tienen una especie de plataforma de conocimiento bastante bien forjada con diferencia a los otros países.
¿Cuál es el beneficio que consideras que nos trae el producto de tu trabajo?
Me parece que una de las conclusiones del estudio tiene que ver con la relación de estos países que mencioné en torno a la hoja de coca, sobre todo la relación natural entre el norte de argentina y Bolivia tiene que suceder, tiene que haber un diálogo para que se libere la hoja que todavía se encuentra bajo controles internacionales muy estrictos que le impiden salir de estas fronteras, entonces me parece que una de la grandes conclusiones es entablar un diálogo con cifras, con datos, con precios que yo recolecté en el norte de Argentina y con la experiencia boliviana que tuve la oportunidad de tener. Ya hay datos en el libro que pueden permitir esto. Me parece que una segunda investigación tiene que ver más con el norte de Argentina, porque Bolivia ya tiene una ruta bien trazada. Quizá otra posibilidad sea Perú porque el uso en Perú ya está desarrollado, pero los usos tradicionales siguen siendo cuestionados.
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