domingo, 8 de enero de 2012

Premio Nobel de Literatura 2011

Desde Suecia, Javier Claure hace una última mención al acontecimiento literario más importante de 2011: la entrega del Premio Nobel.

A principios de diciembre del año pasado, más exactamente el 7 de diciembre, se llevó a cabo, en la sede de la Academia Sueca, el tradicional acto en honor al Premio Nobel de Literatura, en este caso otorgado al poeta sueco Tomas Tranströmer. El acto fue totalmente diferente al de anteriores años, dada la condición física del literato galardonado con este laurel. Como es hace un buen tiempo de público conocimiento, Tomas Tranströmer sufrió un ataque de hemiplejía en el año 1990, lo cual le dejó varias secuelas. Así, adolece de una parálisis de la mitad derecha del cuerpo y casi no habla. Pero estas dificultades físicas no ocasionaron ningún problema al poeta, que siempre va acompañado de su fiel amiga y esposa, Mónica Tranströmer.
LO QUE ENTONCES PASÓ. La Academia Sueca organizó una ceremonia especial con un par de artistas, un pianista y un coro que interpretó melódicamente algunos poemas de su obra literaria. Al principio de esta majestuosa gala, se abrió la puerta desde donde habitualmente sale, cada año, el secretario permanente de la Academia Sueca, Peter Englund, para anunciar el nombre del ganador del premio más prestigioso de las letras en el mundo. Por esa misma puerta salió Tomas Tranströmer, vestido de terno negro, camisa celeste y una corbata oscura con rayas claras. Peter Englund llevaba la silla de ruedas del poeta laureado y la acomodó al lado de su mujer, delante de los miembros de la Academia.
Luego se dirigió a una pequeña tarima y comenzó su discurso con las siguientes palabras: “Los límites físicos del mundo están dados, en cambio los de un idioma se pueden ensanchar con la buena poesía…”. Seguidamente, Krister Henriksson (actor de teatro) dio lectura a dos poemas de Tranströmer. Mientras el poeta escuchaba los versos salidos de su pluma, sonreía y a veces se comunicaba con su mujer por medio de gestos y señas que solamente ellos saben entender.
EL IMPERIO DE LA SOLEDAD. La soledad es un tema recurrente, al cual acuden todos los poetas del mundo. Y cuando un poeta, un escritor o un artista escribe acerca de la soledad, lo que está haciendo es plasmar, en el papel, lo que el sentimiento de la soledad produce en su universo interior. Unos dicen que la soledad es el imperio de la conciencia, el precio que deben pagar los genios por sus descubrimientos o es precisamente estar rodeado de gente, y sin embargo sentir soledad. Otros aseguran que la soledad es ese viaje que uno realiza en esta vida para encontrarse, finalmente, con Dios. En fin, la soledad es un sentimiento subjetivo que acompaña al hombre desde los principios de la humanidad. Por lo tanto, en el ideario de Tranströmer no podía faltar un poema dedicado a la soledad. Y lo hace en su poemario Sonidos y huellas (1966). Es un poema largo que dice, entre otras cosas: “… Yo era anónimo/ como un muchacho en un patio del colegio rodeado de enemigos…/en otras partes del mundo/ están los que nacen, viven y mueren/ en una permanente muchedumbre…/ tengo que estar solo/ diez minutos por la mañana/ y diez minutos por la tarde…”. Este poema, en el cual Tranströmer da vueltas por el círculo de la vida tomando aquí y allá pequeñas pausas que pueden verse como detenimientos en soledad, fue leído primero en sueco y posteriormente en seis idiomas diferentes. El público, con los ojos puestos en los folletos que repartieron, seguía la lectura de los poemas emitidos por un micrófono.
MÚSICA Y POESÍA. La música, otra manifestación poética, es un ingrediente importante en la vida del literato sueco. Por eso la música clásica estuvo presente en la ceremonia de entrega del Nobel, en la que una gran mayoría del público escuchaba esos acordes con los ojos cerrados, como si se tratase de sirenas cantando en una noche de luna. Las melodías nacían igual que los sentimientos del poeta sueco al plasmar sus versos, que ahora se pueden leer en diferentes países del mundo. En realidad, como se sabe, Tranströmer ha tocado piano desde que era muy joven, y hoy lo sigue tocando, aunque sólo con la mano izquierda, después de su accidente. A propósito, ha declarado que de joven pensaba ser músico, pero que su talento poético se interpuso en el camino y lo condujo por altos senderos cubiertos de rosas, pero también por senderos con algunas espinas, porque la vida es un vaivén entre esos dos caminos.
El gran aprecio que siente por la música lo expresa en su poemario Deshielo a mediodía (2004), en el que dice: “Toco Hayden después de un día negro/ y siento un sencillo calor en las manos. Las teclas quieren/ golpean suaves martillos/ el tono es verde, vivaz y calmo/ el tono dice que hay libertad/ y que alguien no paga impuestos al César…”.
COLOFÓN. Esa fría tarde de diciembre, entre aplausos y aplausos del público, las teclas del piano negro de cola salían al aire algo enrarecido de la gran sala de ceremonias con tonos graves y agudos, para reventar, melodiosamente, en las hermosas arañas de cristal del techo y en las paredes blancas del recinto que, año tras año, son testigos de muchos Premios Nobel.
Desde Estocolmo, Suecia.

1 Tuvo que pasar más de una década para que el Nobel recaiga en un poeta.

1990 fue el año en que Tranströmer, el poeta galardonado, sufrió un fuerte ataque de hemiplejía.

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