lunes, 20 de febrero de 2017

Talleres de escritura: Crear literatura en Santa Cruz



Si uno husmea con cuidado en alguna de las pocas librerías cruceñas, puede encontrarse con la antología de narrativa que produjo el ya mítico Taller de Cuento Nuevo, que el escritor paceño Jorge Suárez dio por dos años a mediados de los 80 en Santa Cruz. De ese taller, algunos de sus participantes siguieron con las letras y llegaron a forjarse una trayectoria.


Experimentos de escritura creativa de ese tipo, desde entonces, fueron contados en Santa Cruz, aunque hace pocos años esta figura ha cambiado. Actualmente hay cuatro talleres permanentes en los que se lee, se escribe, se da pautas, se corrige. Uno de ellos acaba de publicar un libro con el resultado de esos encuentros.

Los métodos
Gustavo Cárdenas lleva adelante el taller Poetangas desde 2014, esa vez tuvo una duración de cuatro meses en el Centro Cultural San Isidro, y como Cárdenas no es muy amigo de estas modalidades cortas, desde 2016 decidió extenderlo a un año. Hoy lo acompañan 12 escritores todos los sábados en su casa. “Cuando iniciamos en 2014 era como lanzarse a una piscina sin saber si había agua”, dice Cárdenas, que está satisfecho con el camino que han llevado sus ‘alumnos’.


Si bien no es una copia de lo que hacía Eduardo Mitre en sus clases, a Cárdenas le parece interesante trabajar un poco como lo hacía él: al azar. “Se lee a los simbolistas franceses, a la generación del 28, pero todo es azaroso, un poco como el jazz”.
“Lo interesante del libro publicado es que cada uno de los autores tiene su propio voz. Ese es un logro, y se debe a la cantidad de autores que han leído en este tiempo”, dice Cárdenas.


El escritor Maximiliano Barrientos de tanto en tanto realizaba un taller de escritura en algunas instituciones. El año pasado decidió abrir la puerta de su domicilio, una vez a la semana, a un grupo de 13 alumnos. Este año, a ese grupo, se le sumarán otros dos con la misma cantidad de participantes.
“En Santa Cruz no hay carrera de literatura y ya casi no hay librerías, en ese escenario tan desolador, ¿qué rol podrían tener estos talleres? Pues yo diría que son espacios de circulación de textos y lecturas”, comenta Barrientos y puntualiza que la verdadera aspiración de un taller es formar lectores no ingenuos. “Lectores que se aproximen al texto con la mirada de un escritor –es decir, preguntándose cómo funciona esto o qué es lo que hace que chirríe tanto-”, dice el autor cruceño.


Para Barrientos, uno de los puntos más significativos de la experiencia de estos talleres permanentes es que permite darle seguimiento a los textos por varios meses y constatar el proceso de creación y corrección. “Vemos primeras, segundas y terceras versiones, y eso enriquece no solo al autor de los textos, sino a todos, ya que en un taller lo que se expone es la cocina literaria. La parte más ardua de la escritura es la edición, y esta asume un rol importante en un taller de largo aliento”, comenta.

Más poesía
Al taller poético de Cárdenas se le suma el del chuquisaqueño Gabriel Chávez, que desde hace dos años ofrece uno titulado Llamarada verde.
“A diferencia de otros talleres, explica Chávez, el suyo, que tiene cinco integrantes, está centrado en la producción de textos poéticos. “También hay lectura y análisis de textos de autores nacionales e internacionales de diversas épocas y sensibilidades, pero sobre todo trabajamos en la creación, revisión, edición y lectura de textos propios. Llamarada verde es, pues, estrictamente, un taller de escritura poética”, asegura.
Los cinco talleristas de Chávez presentarán los libros que han venido trabajando este tiempo con él.


Chávez no cree que los talleres sean (ni puedan ser) fábricas de escritores, menos aún de poetas, pero sí espacios válidos desde donde se puede irradiar un compromiso más riguroso con la literatura. “Su existencia permite ampliar los horizontes de lectura y trabajar con mayor ahínco en el oficio de escritura”, aclara Chávez.


Los de Cárdenas, Barrientos y Chávez se suman al de Magela Baudoin, que lo lleva desde hace dos años. Baudoin además creó y dirige el Postítulo en Escritura Creativa de la UPSA, que ya está en su cuarta gestión y tuvo 94 graduados.


Este panorama es alentador para la escritora Liliana Colanzi. “Una de las cosas que más eché en falta mientras crecía en Santa Cruz fue la ausencia de una comunidad de lectores con quienes intercambiar textos propios y comentarlos de una manera crítica: un taller de escritura te proporciona justo eso, esa mirada “otra” que te ayuda a ver lo que vos no podés ver en el texto, ese intercambio crítico que es tan vital en la formación de un escritor. Estoy segura de que el postítulo de la UPSA y los talleres privados pueden formar a escritores que sepan leer y editar mejor sus propios textos”, explicó la autora cruceña

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