lunes, 23 de enero de 2017

Colanzi: Hay que ser egoísta para escribir



La escritora Liliana Colanzi presentó la noche de este jueves en Cochabamba su reciente libro de cuentos “Nuestro mundo muerto”, ganador del Premio Aura Estrada 2015 y que fue impreso a fines del año pasado por la editorial paceña El Cuervo.

Con una polera en la que resaltaba un dibujo de una mano haciendo el signo de la victoria, unos jeans plomos con las rodillas rotas (esos que tanto detestan los adultos y que ahora están otra vez de moda), su cabello negro y lacio, Liliana Colanzi escuchó atenta y solemne al también escritor Adolfo Cáceres Romero, mientras éste leía lo que había escrito para ella.

Cáceres Romero comparó el estilo de Colanzi con el de la magistral Virginia Woolf y dijo que, pese a los problemas de salud que lo aquejan, se agarrará de la vida hasta que Liliana publique su futura primera novela “Chaco”, un proyecto inspirado en uno de los cuentos que se encuentra en este libro que presentó, el tercero de su bibliografía, pero para ella el segundo.

Liliana se lanzó en 2010 con “Vacaciones permanentes” (El Cuervo), una serie de cuentos que para la literata Kurmi Soto componen una novela corta. “La ola”, su segundo libro publicado en Chile en 2014, contiene los cuentos de “Vacaciones permanentes” y cuatro otros textos inéditos, incluido el cuento que le da nombre al libro. Por esa razón es que la escritora, nacida en Santa Cruz en 1981, sólo considera tener dos obras.

Esa aclaración la hizo en el diálogo que entabló con el público —este 19 de enero en Cowork Café—, donde además contó sobre los entretelones y toda esa especie de mundos paralelos que inspiran sus historias: su primera experiencia al ver un cadáver y su curiosidad por la muerte y el diablo, cuando era todavía niña; la noticia de la próxima colonización del planeta Marte, proyecto en el que hay en lista una boliviana (al parecer cochabambina); una conversación de madrugada sobre el fin del mundo con un taxista evangélico o las diversas lecturas que normalmente hace.

La siguiente es una entrevista conseguida con la talentosa creadora cruceña.



—En la presentación de este jueves, usted habló de que para terminar de escribir “Nuestro mundo muerto”, tuvo que recurrir al cine, a la música y a la fotografía para poder tener otras formas de mirar que la ayuden en su escritura. ¿Qué importancia le otorga ahora a la “mirada”?

—Un artista es, justamente, una mirada, un sonido.

El año pasado vi “Cementerio de esplendor”, del director tailandés Apitchapong Weerasethakul, y quedé fascinada por la manera en que crea una atmósfera sobrenatural y extraña con los elementos más modestos: me gustan el arte que trabaja con materiales truchos y consigue hacerlos brillar.

Otra película suya que me gusta es, por ejemplo, “El tío Boonmie que recuerda sus vidas pasadas”. En esta peli aparece un monstruo peludo con los ojos brillantes como dos foquitos: los efectos especiales son malos a propósito, te muestran el artificio del monstruo, pero esto es justamente lo que Apitchapong quiere hacer, homenajear al cine popular tailandés, que usaba efectos especiales baratos. Apitchapong construye una poética a partir de todo ello. Y eso es lo que hace una mirada: sacar agua de las piedras.



—El insomnio, esa “enfermedad no mortal” —como dice usted— que padeció en el proceso de escribir este su libro, ¿en qué medida le ayudó?

—Siempre tuve el sueño muy ligero y es algo que empeora con los años. El insomnio prolongado te da un estado de hiperlucidez que en algún momento se asemeja a la locura. Pero tomar pastillas para dormir es peor que el insomnio, porque después hay que vérselas con el síndrome de abstinencia de las pastillas, y eso sí que es la experiencia del infierno. “Nuestro mundo muerto” le debe muchísimo a esa época.



—También dijo que si llega a haber un boliviano en Marte, éste tiene que ser cochabambino. Usted que es de otra ciudad, ¿qué tanto hay del mito de que los cochabambinos están en todas partes?

—¡Están en todas partes! En Arlington, EEUU, hay una liga de fútbol boliviana con 16 equipos, de la cual 14 equipos son cochabambinos.



—¿Qué hay de su futura novela “Chaco”?

—Es una novela ambientada en parte en el Chaco. De hecho, mi cuento “Chaco” fue concebido como el primer capítulo. Pero está en un estado muy embrionario todavía.



—Sobre esa su experiencia en el Chaco con el brujo y el poder de la palabra. ¿Qué poder le otorga en su vida, qué poder tiene para usted y qué poder tiene lo que escribe?

—Los límites de tu lenguaje son los límites de tu mundo. Hay un tema que me intriga, y es si se puede pensar en algo que está afuera del lenguaje. Por eso me atraen experiencias para las cuales no hay lenguaje, como la sinestesia (la capacidad de oír colores, ver sonidos, etcétera) o la experiencia mística. Nos enfermamos a través del lenguaje y también nos curamos a través de él, pero no me interesa la literatura como un acto de curación, sino como una puesta en crisis del sentido, del lenguaje.



—Es muy interesante su posición sobre la escritura femenina y su preocupación más inclinada hacia el tiempo, la economía y el espacio que tiene que conseguir una mujer para poder escribir. ¿Cómo logra lidiar con esos, digamos, “obstáculos”?

—Hay que ser muy egoísta para escribir, porque significa clausurar todos los reclamos del mundo, y una mujer tiene que lidiar con la presión social que significa tener hijos o ser una supermamá sin tener apoyo del Estado o de las parejas. Mi forma de lidiar con ello ha sido, hasta ahora, no teniendo hijos.



—Terminó hace poco su doctorado en Literatura. ¿Qué planes tienes para el futuro inmediato?

—Hace tiempo que estoy con el sueño de armar una editorial. Ahora que tengo más tiempo libre, espero poder llevarlo a cabo.

“Hay que ser muy egoísta para escribir, porque significa clausurar todos los reclamos del mundo, y una mujer tiene que lidiar con la presión social que significa tener hijos o ser una supermamá sin tener apoyo del Estado o de las parejas. Mi forma de lidiar con ello ha sido, hasta ahora, no teniendo hijos”



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