lunes, 21 de noviembre de 2016

Los mejores cuentos de la Guerra del Chaco

Durante la X Feria Internacional del Libro Cochabamba se presentó “Los mejores cuentos de la Guerra del Chaco”, selección y prólogo de René Rivera. Esta antología está dividida en tres partes: “Preludio de la sangre”, la que incluye cuentos de los preparativos para la guerra, en “En las arenas del Chaco” se narran las escaramuzas bélicas mismas y “Memorias de guerra” trata de los recuerdos de esa contienda. En general, los cuentos comparten temas en común, como la inmensidad de un territorio desértico que carece de agua, donde no hay sombra bajo la cual refugiarse. En ese territorio se desplazan los soldados bolivianos, a pie, ya sea como patrulla de reconocimiento o como prisioneros de guerra, caminatas en las que se sufren del agotamiento físico, de la sed y del calor agobiante, condición insalubre en la que el soldado, a veces, prefiere la muerte a seguir con vida, tema dramatizado especialmente en “Los patrulladores”, de Gastón Pacheco Bellot, un cuento de espacio donde el territorio mismo es el peor enemigo. Otro tema en común es la diversidad racial y étnica de los soldados enlistados para servir a la patria.

Como toda antología, no todos los cuentos tienen el mismo mérito literario: los dos relatos incluidos en la primer parte se acercan más al ensayo que a la narración. Indudablemente, “El pozo”, de Augusto Céspedes, por el simbolismo de su tema y su valor como literatura sigue siendo “el mejor” entre los “mejores”.

“Laguna Pitiantuta”, de Gonzalo Lema Vargas, gira en torno a la posesión de una laguna en cuyas orillas opuestas se encuentran bolivianos y paraguayos. A consecuencia de la toma de la laguna, un pila logra escapar. Esta huida crea la incertidumbre de que el pila que escapa puede traer refuerzos, lo cual crea la tensión del cuento. Sin embargo, la narración se torna en una larga espera, se disipa la tensión creada para dar lugar a otros temas: la deserción del soldado indio y su escasa preparación para la guerra. La pérdida de la laguna es simbólica de la pérdida de la guerra misma. Una lectura más atenta habría corregido los errores tipográficos que se encuentran en este texto.

Por su parte, Juan José Toro Montoya, en “Perros”, deja constancia de la guerra como cuna de la sinrazón, de la brutalidad de la guerra, que trae consigo el trueque de valores, la confusión mental y el asesinato del herido mortal como un acto humano.

La deshumanización de la guerra como tema tiene su contrapunto en “Guitarra y charango”, de Adolfo Cáceres Romero, en el que el son de la música de ambos frentes hermana a los combatientes. La lección es que no son los pueblos los que demandan la guerra, sino los Gobiernos que obligan a sus ciudadanos a matar y morir.

En ese mar de sufrimientos y de sangre surge un personaje único en esta antología: el inolvidable Chingolito. Ramón Rocha Monroy escribe “Chingolito es un diablo”. Ahora zapatero después de la guerra, Chingolito cuenta con humor sus recuerdos de la guerra. El receptor de la picardía de sus relatos, del romance a la par de la guerra es un niño, quien, de adulto, narra lo que Chingolito le contaba. Este cuento perfecto es dañado por la inclusión de una segunda parte, que trata de la saga familiar del narrador, lo cual no sólo rompe el hilo narrativo sino que cambia hasta el tono de la narración.

Homero Carvalho Oliva basa su cuento en un personaje legendario, El Cortaorejas, título también de su cuento. Carvalho incluye la historia del aguerrido coronel Cuéllar, trinitario, como ejemplo no sólo de la valentía y heroísmo de este personaje, sino de que los soldados del oriente también participaron en la contienda. Otra temática es la del excombatiente, caracterizado como loco, como despojo humano, quien bien pudo haber sido un héroe de guerra.

En la tercera parte, “Memorias de guerra”, hay cuentos que caracterizan al indio como un ser instintivo, bruto, carente de la capacidad de pensamiento. De este cuño son “Qhaya kutirimuy (vuelve mañana)”, de Alberto Ostria Gutiérrez e “¡Indio ‘bruto’!”, de Raúl Leytón. Como cuentos indigenistas, codifican una problemática peculiar de esta literatura: la manifiesta superioridad de la voz narrativa en relación a su objeto literario. Por esta razón, habría sido de gran utilidad si el editor hubiera incluido la fecha de publicación de todos los cuentos. De esta manera se habría determinado a qué contexto correspondía la escritura, si a un pasado que discriminaba al indio o a un presente donde todavía persiste tal discriminación.

Las fotografías que encabezan las tres partes de esta antología dan un toque testimonial a lo que se narra en “Los mejores cuentos de la Guerra del Chaco”. Esta antología es, pues, un testimonio tanto del heroísmo como de los sufrimientos que la guerra trae consigo, pero también deja constancia de las diferencias sociales, lacras que persistieron en las arenas candentes del Chaco.



“En general, los cuentos comparten temas en común, como la inmensidad de un territorio desértico que carece de agua, donde no hay sombra bajo la cual refugiarse. En ese territorio se desplazan los soldados bolivianos, a pie, ya sea como patrulla de reconocimiento o como prisioneros...”



(*) El autor es Ph.D. en Literatura y miembro del PEN Cochabamba.

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