martes, 29 de julio de 2014

La novela La virgen de las Siete Calles, una mirada a lo cruceño

En las letras bolivianas el nombre de Zora Abrego es sinónimo de belleza exuberante, pasión y tragedia. Las páginas de La virgen de las Siete Calles, donde Zora es protagonista, trasladan al lector a una Santa Cruz de principios de siglo XX, aún rural.
A través de las palabras de este texto se puede percibir el calor intenso del monte, oír el mugido de las vacas, sentir la proximidad de los mosquitos y presenciar el desenfreno de sus personajes.

Esta novela costumbrista corresponde al escritor y periodista cruceño Alfredo Flores (1900-1987), quien publicó la obra en 1941. A pesar de no ser un texto largo, en un sentido convencional, Flores no pierde un solo detalle y aprovecha cada espacio para describir la idiosincrasia de la gente y los paisajes de esa emergente ciudad del oriente boliviano.

El historiador y crítico literario Enrique Finot escribió sobre este relato que "es una novela bien llevada, que contiene cuadros del ambiente que han sido trazados con emoción y con destreza”. El escritor potosino Saturnino Rodrigo también se refirió, en 1942, a la prosa de Flores. "Las casonas alegres y añosas de Santa Cruz han sido pintadas con tal fidelidad que fueron salvadas del olvido”, expresó Rodrigo, según una compilación del periodista Elías Blanco Mamani.

La noticia del regreso de Carlos Toledo a la tierra donde nació y se crió, luego de salir de vacaciones de sus estudios en Buenos Aires, revolucionará a propios y extraños.
Será Alberto Chávez, su amigo de la infancia, quien lo lleve a la finca familiar casi abandonada llamada El Abra y quien lo reacomode a las nuevas prácticas y actividades, algunas aún conservadoras, desde su partida a la Argentina.

Será Chávez también quien lo acompañe una noche a un "buricito” en una zona no muy bien vista, por considerarse de extramuros. La incursión de Toledo en el barrio de Las Siete Calles será, en primera instancia, sin retorno. Allá reside Zora, una moza muy guapa "cuya majeza había revolucionado muchos corazones en el pueblo”.

En este texto, Flores retrata la exaltación de Toledo por Zora Abrego, una excitación delirante que el lector disfrutará al descifrar. Ante la partida de Juvenal Roca, otrora amante de Zora, ésta es pretendida por muchos pero, según Chávez ante la consulta curiosa de Toledo, ninguno lleva ventaja. "No sea que te vayas a rendir ante La Virgen. Es guapa como pocas y muy codiciada”, le susurra el amigo al recién llegado durante la fiesta de cumpleaños de la bella aludida.

Una mirada será suficiente para que el interés sea mutuo y para que de allí en adelante las visitas de Toledo a Las Siete Calles sean cada vez más frecuentes y que en cada encuentro las miradas sean lo de menos. En medio de las citas furtivas, Toledo se ausentará hacia El Abra para solucionar pendientes y a su regreso se llevará una sorpresa.

La Santa Cruz que refleja La virgen de las Siete Calles es una ciudad que está en los primeros pasos. Es un escenario emergente y aún con diferencias sociales y geográficas marcadas.
En otros tiempos, los libros nacionales solían llevar una leyenda particular que decía: "No leer lo que Bolivia produce es ignorar lo que Bolivia es”. Este mensaje se adapta para cualquier tipo de escrito lleve o no la consigna. Lo cierto es que esta novela de Flores, que de por sí es exquisita en lo literario, debe conducir hacia una lectura crítica de la construcción social del país.

HOJA DE VIDA

Vida Alfredo Flores Suárez nació en Santa Cruz, en 1920. Murió en 1987.
Trabajo Fue escritor y periodista (periódicos La Ley y La Vanguardia de Santa Cruz). Miembro de la Academia Boliviana de la Lengua. (1977).

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